Entre el aumento de la pobreza, falta de personal capacitado y limitada capacidad diagnóstica, el país ha retrocedido más de 10 años de lucha contra la tuberculosis. Son las poblaciones indígenas, privados de libertad y familias en inseguridad alimentaria severa las principales víctimas de un sistema de salud pública fragmentado.
Una Ventana a la Libertad señaló que registraron muertes por enfermedades como cirrosis, hemorragia pulmonar, amibiasis, VIH y otras tres defunciones de las cuales las autoridades no especificaron las causas. | TalCual
La mayoría de las muertes fueron ocasionadas por desnutrición y tuberculosis, según registra el informe del Observatorio Venezolano de Prisiones. | Foto referencial
La sobrevivencia en los calabozos policiales, que se convirtieron en las nuevas cárceles del siglo XXI, depende de los familiares de la población reclusa.
La élite, sumergida en sus orgías de escocés importado, no va a preocuparse por un indio preso y desnutrido. Sabía que el bacilo de Koch haría lo suyo al acabar con el sistema respiratorio de Salvador.
Informe del Observatorio Venezolano de Prisiones reporta 104 reclusos fallecidos en 2019. El hacinamiento, la falta de alimentación y medicinas configuran un patrón de violación de DD HH en la población carcelaria.
Los waraos de las comunidades del Delta del Orinoco han migrado hacia Cambalache en búsqueda de mejores condiciones de vida. La crisis humanitaria y la pandemia ahora dejan al pueblo warao completamente desprotegido.
El Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP) denunció la muerte de cuatro presos en el Centro Penitenciario Región Centro Oriental, mejor conocido como la cárcel de El Dorado (estado Bolívar) por falta de atención médica.
De acuerdo con el observatorio indígena Kapé, 100 familias waraos viven en el vertedero de Tucupita. Otras comunidades en Delta Amacuro se enfrentan a la proliferación de enfermedades endémicas.