
El nivel de desnutrición crónica, aquel que ha estado presente en el paciente a lo largo de la crisis alimentaria y sanitaria del país, se manifiesta en niños a través del retardo en su crecimiento lineal. Está presente en 30% a 35% de los niños.
Según la Encovi 2021-2022, el 94,2% de los venezolanos es pobre de ingreso, es decir no tiene el salario para adquirir una canasta alimentaria familiar.
Responsables del programa de Naciones Unidas aceptan que las milicias participen en la seguridad sin redes partidistas pero en Miraflores quieren controlar la distribución.
Más de 15 millones de bolívares se requirieron en octubre para comprar los productos de una canasta mínima familiar, una cantidad que suma 39.20 salarios mínimos calculados a 400 mil bolívares.
Raffalli lleva más de 20 años ayudando en emergencias que se registran en el mundo, y dentro de su labor ha logrado diseñar una herramienta que permite detectar en tiempo real el impacto de la crisis humanitaria en los niños de Venezuela.
Crónica.Uno revisa con la nutricionista y defensora de derechos humanos, Susana Raffalli, la crisis alimentaria en Venezuela que se ha agravado por los efectos de la COVID-19.
Aunque la distribución de las cajas del CLAP aumentó en un 18%, la cantidad de alimentos -de calidad ampliamente cuestionada por expertos- disminuyó en un 40% para abril del 2020.
El Informe Mundial de Nutrición 2020 indica que “Venezuela está fuera de curso para cumplir con los objetivos mundiales para la anemia en mujeres en edad reproductiva, bajo peso al nacer, diabetes y obesidad”.
Según la Evaluación de Seguridad Alimentaria del Programa Mundial de Alimentos, la región Guayana es una de las zonas con mayor inseguridad alimentaria en el país: Delta Amacuro (21%), Amazonas (15%) y Bolívar (11%), debido a la vulnerabilidad económica de los ciudadanos y las fallas en los servicios públicos como agua y electricidad.