
Para eso los pusieron allí con su toga y su birrete: sólo para complacer a los altos panas que le dieron la chamba en la que estarán, revolucionariamente, por doce años.
El verborrágico militar -histriónico, ególatra, estraperlista y embaucador- no tuvo el más mínimo escrúpulo para disfrazarse de salvador, a fin de ofrecer villas, castillos y una vida cómoda y holgada a todo bípedo en edad de votar.