
La pérdida de toda relación de lo humano en Occidente con la Esencia de las esencias, llamémosle Dios, explica el enloquecimiento de las polaridades sociales y políticas en curso: como la declinación amalgamadora de las naciones y de las repúblicas que aquéllas han sustentado bajo la forma de Estados.
Más allá del 28 de julio y su desenlace, lo crucial es que la nación se ha levantado de conjunto. Le ha perdido todo respeto y miedo al dictador y a sus cortesanos. Los desafían con el voto y con la calle.