La sola presencia de Raúl Castro y su comitiva, así como la de unos cuantos jefes de Estado, antiguos y actuales, permiten suponer la existencia de serias diferencias en ese mundo, pero ratifican la convicción de que las cabezas del régimen se comprometen a muerte con lo más peligroso del mundo.
La Justicia es tan necesaria, que rige, aun, entre maleantes. Ese mismo, Consejo de DD HH, con el peso muerto del 88% que sufragó por Cuba, fue el mismo que nombró, la Misión Independiente que, semanas atrás, rindió un informe demoledor sobre los crímenes de lesa humanidad perpetrados por Maduro y sus compinches.
Quizás, los lectores -sobre todo, venezolanos- están más familiarizados con el nombre de Alejandro Andrade. De “pata en el suelo” de solemnidad, a megarricachón, gracias a que una chapita bateada aquella tarde por el Comandante “Eterno”, fue a impactar, justo, en el ojo izquierdo del, “Tuerto”, como mejor se le conoce, a partir del percance.
“Castro es cómplice de socavar la democracia en Venezuela y desatar la mayor crisis humanitaria del hemisferio forzando al 15 por ciento de la población venezolana a salir de su país”, destacó el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo.
Maduro no puede, ni sabe, ni muchos menos quiere distanciarse de Castro. Si no entendemos esto, me parece que no entendemos nada.