La agenda del pasado latinoamericano, construida sobre nuestras taras históricas e inhibitorias de cualquier idea de emprendimiento, nos ha hecho presas del tráfico de ilusiones. Ha de quedar en el pasado.
A los supuestos revolucionarios, los botan de cualquier lado. De, EE UU, del territorio de la Unión Europea, de Canadá, de los bancos búlgaros. Les niegan las visas o los hacen que se larguen, como en la OEA, Mercosur, el Pacto Andino.