Verdad y Método, la obra mayor del filósofo alemán Hans-Georg Gadamer, tuvo en su edición francesa una accidentada historia que ya forma parte de las sorprendentes anécdotas del mundo de la impresión y del libro.
Celestino Peraza es el autor de varias obras literarias fundamentales para conocer el estado Bolívar. Sin embargo, desde hace varias décadas no se reeditan y no son fáciles de encontrar. Las hemos olvidado e invisibilizado.
A principios de este año la editorial LP5 publicó el poemario El árbol del confín, del venezolano Luis Gerardo Mármol-Bosch. Esta obra, que conjuga la poesía y la filosofía, nos propone una indagación sobre nuestra existencia y nos señala el camino hacia el encuentro con la belleza y lo divino.
El ensayo latinoamericano tiene una larga tradición de siglos insistiendo en responder qué somos. Una insistente labor de reflexión por la identidad que pareciera no tener fin.
Si las obras literarias fueran peces, tendríamos solo dos formas de estudiarlas: fuera del agua, sin vida, inmóviles; o en su propio medio, nadando a sus anchas en el amplio océano de los lectores.
Es la más modesta de las aportaciones de la familia, pero tiene un gran simbolismo, por ser la primera en 31 años y porque la selección ha sido hecha por la propia Maya, que ha querido “dar una visión global” de la obra de su padre. | Foto EFE
Hay todo tipo de escritores, pero en particular abundan dos: los que paren y los que empollan. Cada uno se distingue por su forma de enfrentar a la página en blanco y en cada práctica de escritura se esconden rituales y manías que forman parte de los entretelones de la creación. | Foto cortesía
Magritte, contrario a los surrealistas con los que compartió, convoca imágenes ingeniosas que jugaban a lo sorpresivo para cuestionar la realidad. Lo que le infiere la denominación crítica de surrealista conceptual, por su destacado interés por la ambigüedad que exponen, y en consecuencia por la inaudita relación que se establece entre “lo pintado y lo real”.
Aunque fue escrita hace más de dos mil años, Antígona tiene la facultad de seguir hablando a nuestra realidad. A mediados del siglo XX, en Venezuela, un escritor la leyó de otra manera y pudo ver en ella muchas más cosas. En cada nueva lectura encontramos algo que no habían visto los lectores anteriores.