Quizás, los lectores -sobre todo, venezolanos- están más familiarizados con el nombre de Alejandro Andrade. De “pata en el suelo” de solemnidad, a megarricachón, gracias a que una chapita bateada aquella tarde por el Comandante “Eterno”, fue a impactar, justo, en el ojo izquierdo del, “Tuerto”, como mejor se le conoce, a partir del percance.