Natural del barrio de Stepney en el este de Londres, era hijo de inmigrantes judíos. Comenzó cantando en grandes bandas antes de labrarse una carrera componiendo temas para musicales y películas.
En principio, James Bond corresponde a una época, es un ícono de masculinidad, una fantasía del soltero irresistible, sin embargo, es un personaje plano: que no se busque en él profundidades.
No nos imaginaríamos esas peripecias amatorias de solo mirar su imagen en el óleo de la barraca, en la que Arturo Michelena retrata a un Miranda sexagenario, traicionado y derrotado.