Las sociedades en anomia y en las que se pierden las certezas para sobrevivir y en sus decadencias, ven de inevitable como necesaria, así, la solución autoritaria. Nos lo muestra el siglo XXI, en el que entregamos nuestros destinos acríticamente, a quien dice nos proveerá de una vida cómoda y serena, engañándonos.
Oscar Wilde tiene una segunda parte en la obra literaria de su autoría con el espejo de factores guayaneses. En este se refleja la cara bonita de los defensores de la libertad, pero el revés asombra por su fealdad.
Si algo resta son los vestigios de la agonía y desaparición de la república de Venezuela. No existe más. Ocupa su espacio un “des-orden estructural” narco-terrorista y criminal deliberado (¿Estado paralelo?), que urge destruir.
Las contramedidas que comentamos tienen como propósito, justamente, ponerle coto al robo de los dineros públicos venezolanos y a las violaciones sistemáticas y generalizadas de derechos humanos que ejecutan el mismo Maduro y los suyos.
En mi opinión, hay un supuesto que precede a todas esas teorías contra los Estados Unidos, y es que ellos son tan “invencibles”, tan “perfectos”, que sólo una conspiración interna podría explicar una “supuesta” humillación.
¿Qué decir de los centros de salud que se derrumban a vista de habitantes y pacientes? ¿Que no dice la población de los entuertos y penosos incidentes que han pasado con el servicio de agua a nivel de Heres, Caroní y Piar?