
Mas no es de desestimar, en igual orden, que las víctimas de los terroristas de la droga -el pueblo en su conjunto- animadas por el miedo, la rabia, el dolor naturalmente exacerbado, aspiren a que en Quito insurja otro Nayib Bukele.
Francisco defendió que “el Señor bendice a todos los que vienen” y que la Iglesia debe tomarles la mano y “no condenarles desde el principio”.