La sola expresión de alegría de un pueblo presagia aires de libertad. Los tiranos tiemblan ante tales demostraciones. Son los primeros en percibirlo.
La vida amorosa de Agustín Lara está enraizada en lo orgánico, en los celos y la desconfianza, en la violencia del mundo lupanar, en su propio dolor, pero sobre todo y por qué no decirlo, para él la mujer fue ansia de exploración y búsqueda.