
“No ayudamos a quienes siembran el terror y atentan contra la democracia”, concluye un comunicado del Gobierno argentino.
Bolivianos radicados en Argentina votaron por Luis Arce, el triunfante candidato de Evo. Pero si alguien piensa que tras ello se inició el éxodo desde Buenos Aires hacia el altiplano, se equivoca. Una cosa es votar alegremente -e irresponsablemente- y otra cosa masticar piedras.
Despeñada en una catástrofe humanitaria, sin precedentes ni referentes, no hay en el presente un movimiento de protesta que articule la dimensión social y económica con la política.
“Hay una corriente liderada por el señor Nicolás Maduro que busca desestabilizar gobiernos establecidos en América”, afirmó Arturo Murillo, ministro de Gobierno.
El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, Carlos Orellana, presidió la ceremonia, a la que asistió el ministro de Defensa, Luis Fernando López.
Si la señora no entiende en qué país nació, puede ser peor que Evo, o algo peor que es traer a Evo de regreso… ¿o es que los militares bolivianos no son indígenas o mestizos? ¿Se calarán sus insultos?
No hay que subestimar la narrativa de estos regímenes socialistas latinoamericanos. Han tejido su cuento de hadas y con eso han atrapado la atención, no sólo de latinoamericanos, sino de europeos, gringos e incautos en todas partes.
Pretendió un cuarto mandato y llamó a un plebiscito para modificar las normas que lo impedían. Fracasó en su intento. Los bolivianos dijeron no va más. Pero Evo no les hizo caso y el Tribunal Constitucional en otra de sus originalidades resolvió en base a una decisión de la Corte Interamericana.
El Ejército y la Policía habían sugerido a Morales que renunciara a su cargo en favor de la paz. Ahora, queda en manos de la Asamblea Legislativa de Bolivia resolver la acefalia en la presidencia.
Las elecciones son para estos tiranos una fiesta periódica, que les permite montar su comedia de autor, donde se reservan el papel protagónico.