
Existen pocas historias de la literatura venezolana y ellas, que son el balance de nuestra tradición, la foto de familia de nuestras letras, han permanecido olvidadas en el polvoriento cajón de cachivaches de la desmemoria.
La semana pasada, en estas mismas páginas del Correo del Caroní, Francesca Díaz publicó un provocador artículo acerca de los libros malos. Su lectura generó en mí algunos recuerdos y reflexiones.