Esa incertidumbre espantosa va generando un estado de angustia que progresa a un estado de desesperanza acumulativa, que termina dañando tan intensa y gravemente la homeostasia sicológica hasta que la siquis no aguanta más.
Ya sabemos que este año que termina hemos tenido pupitres vacíos: no vino aquel niño porque no tuvo para el transporte, el otro porque su madre no tuvo efectivo, aquellos otros porque no tienen comida en su casa y en el colegio tampoco, o la comunidad lleva días sin agua.