
Un lector impenitente no necesita justificar sus acciones ni precisa que le digan qué hacer cuando está ante sus objetos del deseo: los libros. Sin embargo, de existir su decálogo, de seguro sería muy parecido a este.
Pensar y estudiar las literaturas regionales, para los defensores de la literatura universal, es una pérdida de tiempo que termina por fragmentar la totalidad del arte.