Un cambio por sí mismo no tiene por qué ser para bien. Lo es si produce progreso. No lo es si produce retroceso, o como en la situación venezolana: salto al vacío.
La reconstrucción de Venezuela pasa de forma inexorable por la reconstrucción de un sistema de derechos humanos. Y desde sus propios cimientos. En ese sentido, los derechos humanos no son negociables.
La verdad es que uno no sabe si reír o llorar; o ambas cosas. Lo que sí se sabe es que si la hegemonía no se supera, ahora, en enero o cuando más pronto sea mejor, el país seguirá en agonía y el fin definitivo de su viabilidad no se podrá conjurar.