Hace 23 años, ante actores de la cultura preocupados más por sus expectativas crematísticas que por la sustancia de sus haceres comenté que a la familia, la plaza, la ciudad, el Estado, como núcleos subsidiarios para el estímulo del conocimiento y la acción en común se les acusa de corrompidos por disfuncionales.
En 20 años de socialismo revolucionario el derecho penal ha sido la guillotina y el cadalso para silenciar a cualquiera que moleste, perturbe, incomode, irrite o impaciente a la casta privilegiada, dueña de un botín llamado Venezuela.