Venezuela pasó de ser un importante y respetado país productor y exportador de petróleo, a un país ex-petrolero. No post-petrolero. Sino ex-petrolero. Es decir, el poder establecido destruyó a la industria petrolera nacional. Esto bastaría para significar la magnitud de la catástrofe, pero es la misma o similar en casi todas las áreas económicas y sociales.
Los recientes zapateos de Zapatero no pueden traerle nada bueno al país. Se nota que el descrédito aprieta, sobre todo en círculos internacionales, y la hegemonía, una vez más, apela a sus aliados para intentar lavarse la cara.
El desafío principal del 2020 me parece es este: que una crisis política supere a la hegemonía, o sea, al continuismo, y se le abran las puertas al cambio, así sea paso a paso. ¿Estamos dispuestos a asumir ese desafío?