“Fue horrible, me sentí violada sin penetración” es parte del relato de una madre de uno de los miles de detenidos en el contexto postelectoral, cuando estuvo en una de las requisas en la cárcel de Tocuyito.
Las cifras de apresados dadas por el gobierno han sido difusas. A principios de agosto, Maduro afirmó que ya había “2.229 terroristas capturados”.
Tras 70 días de arresto arbitrario, nadie ha podido acceder a información oficial sobre Américo De Grazia. La prohibición ha sido extendida a llamadas y visitas, así como al derecho de contar con defensa privada.
Organizaciones como el Observatorio Venezolano de Prisiones han denunciado que el Centro Penitenciario Región Centro Oriental (El Dorado) “ha sido utilizada como una especie de castigo” para los más de 1.400 detenidos y sus familiares, debido a su lejanía, la falta de acceso a alimentos, agua potable o atención médica adecuada.
Es ese el castigo que entiende y por lo mismo espera ver la pareja Ortega-Murillo que se realice en quienes amenazan a su poder despótico. Volverlos trashumantes solitarios, adanes sin lugar ni sentido del tiempo, sin vínculos ni raíces salvo que admitan sujeciones y pérdidas de autonomía, es el desiderátum.