Haberle sacado a Maradona, en vida, por escrito y varias veces, tarjetas amarillas o rojas, nos concede alguna licencia para recordarlas, ahora, que es ya cadáver: Colocársele en decúbito ventral, a cambio del vil metal, primero, a Chávez y muerto éste, al narcofelón que lo sucedió, no es cualquier cosa. Dos autogoles, “solamente”..