
Hay un país que no se detiene, signo de solidaridad y perseverancia que le da ánimos a uno para seguir construyendo con esperanza, siempre con cable a tierra, pero sin dejar de caminar, sin acostumbrarnos a que es normal que las cosas estén mal.
Lo había logrado. Estaba allí. La larga marcha tocaba a su fin. Ignoraba cuánto tiempo me iba a tomar cruzar la frontera, pero casi podía tocarla con la punta de los dedos. Los altos cerros se alzaban al otro lado y Venezuela nos esperaba al cruzar el río.