Inmortalizar la épica de la chapuza que autoseatribuyó el remoquete de Revolución Bolivariana, no exige ni el esfuerzo, ni la genialidad de obras como la referida. Una cosa fue la sublevación, que condujo a nuestra emancipación y otra, el detritus de unos chafarotes.
Sin temor a equivocarnos podemos decir que Páez fue un hombre temeroso de las luchas inevitables que libró consigo mismo y con los protagonistas que enfrentó en las distintas etapas de su vida pública, pero pocas veces lamentó lo que para él siempre fue inevitable.