Van seis años de gestión de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela y también van seis años de promesas incumplidas o que se quedaron a mitad de camino. 2019 no fue la excepción.
Por octavo año, la Fundación por la Dignidad Sagrada de la Persona conmemoró a las 30 mil víctimas de homicidios y muertes por hambre y crisis de salud en Venezuela.
Despeñada en una catástrofe humanitaria, sin precedentes ni referentes, no hay en el presente un movimiento de protesta que articule la dimensión social y económica con la política.
El señor Maduro carece de legitimidad y también de legalidad de origen y desarrollo para pretender seguir desempeñándose como cabeza del poder ejecutivo. Lo rechaza alrededor del 90% de la nación y lo más granado de la comunidad internacional. Esto lo sabemos todos también lo sabe él.
Urge encontrar, en 2019, una idea fuerza, nacida de la razón, animada por la utopía, susceptible de amarrar corazones, ajena a las corazonadas, que sirva a la verdad, que se mire en los otros y no en nosotros, que procure fraternidad en la acción, sin olvidar, al cabo, que como humanos también somos una especie caída, perfectible, no perfecta.
“Señor quiero vivir cada día del 2019 con optimismo y bondad llevando a todas partes un corazón lleno de comprensión y paz. Cierra mis oídos a toda falsedad y mis labios a palabras mentirosas, egoístas, mordaces o hirientes”.