


Pertenezco a la generación de los Baby Boomers, responsables de muchos hechos trascendentes en la constitución o construcción de la modernidad de este pichaque que por estos días llamamos humanidad o contracción mundana.
No creo que sea presuntuoso con esto porque detrás de la genialidad de mi generación hay también una altísima carga de responsabilidad en hechos que contribuyeron a destruir los envases de cierta credulidad o candor, que nos mantenía al margen de la monstruosidad bien vestida de seda, satén y terciopelo. Bienvenidas las redes y los contenidos que muchas veces son como tratar de agarrar al aire.
Soy de esa generación que acudía a la prensa como medio de enriquecimiento informativo del acontecer diario, pero también entendía que era un canal de la cultura ubicua de la que disfrutábamos antes de entrar en la vorágine de los sentimientos intensos que nos fracturaron la identidad y el norte de la solidaridad. Gracias a que no hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista, nos encaminamos a la normalidad, con la ayuda de la dupla de Vallita y La Coromoto.
Entablar este diálogo en primera persona lo veo como una catarsis, como mi terapia sin sicoanalista que me escuche decir cuánto he perdido y cuánto he ganado en más de 2 décadas de destrucción constante de lo lógico de la existencia. Son los ruidos de la nostalgia que hacen que me sostenga, vivir de nostalgia te puede encaminar a la tristeza, pero a esa señora no la dejo entrar por ningún resquicio, creo en la esperanza con cuerpo y alma así tenga que vivir entre caer y pararme, que a todas estas es lo que he hecho con tesón en estos casi 65 años.
Lo bueno de la memoria, cuando se usa de manera edificante es que te ayuda a ser mejor persona, te descubre el cielo descapotado de los principios, porque el recinto moral de los seres humanos está fundamentado en principios, que por cierto por estos días hemos descubierto que muchos no los tenían; sencillamente fingían, eran unos disfrazados, hacían bien el de crown circus, son magos a veces o bufones de antesala.
El pragmatismo es su lev motiv, esos entes siempre se salen con las suyas, así sus actuaciones, omisiones o silencios contribuyan a destruir un país. Se le llama la diplomacia de los intereses, yo prefiero calificarlos de los leptosómicos de escrúpulos.
¿Qué tiene que ver toda esta parafernalia, pompa o monserga con Correo del Caroní? Nuestra generación se levantó, por lo menos en la región Guayana con Correo del Caroní como recurso ecuánime del saber cotidiano, pudiéramos hablar sin exagerar de un antes y un después de Correo del Caroní. En lo particular leerlo a primera hora de la mañana no era una necesidad, era un hábito integrado a mi vida, eso viene del carácter justo y democrático que tiene como norte su línea editorial, de otro orden o aparte es que me une una amistad de respeto entrañable con su dueño David Natera Febres, creo que uno de los pocos panas que me quedan en esta ciudad, que muchas veces desconozco por la obra destructora de la estafa ideológica que nos asfixia.
Quiero dejar por sentado en este escrito que nunca dejaré de agradecer a Correo del Caroní, ahora que cumple 47 años de significativa existencia, el abrirme las puertas a la pluralidad pero sobre todo a la decencia informativa, por estos días perdida en las aguas turbias del celestinaje y el disfraz de lo cotidiano.
Ya en el umbral del medio siglo, bienvenidos estos 47 años Correo del Caroní…