Andrés entró un día por los estrechos pasillos de la emergencia pediátrica del hospital Ruiz y Páez en Ciudad Bolívar. Su familia lo traía arrastrando los pies sobre aquel suelo de granito por el que transitan la mayoría de los niños con desnutrición severa en el estado Bolívar que logran llegar a una emergencia.
Andrés estaba desnutrido, y además tenía una infección en sus ojos que acabó por quitarle la vista. Un médico de la emergencia pediátrica tomó su caso: María Torrealba.
La falta de insumos dentro del hospital y los bajos recursos de la familia de Andrés fueron razón suficiente para que la pediatra publicara el caso de Andrés en sus cuentas de redes sociales. María comenzó a tejer redes de colaboración. La sociedad civil se conmovió por este niño y la ayuda comenzó a llegar: alimentos, complejos nutricionales y medicinas, finalmente la pediatra logró poner al niño en un plan de recuperación nutricional. Hoy está vivo.
“Si esto fue posible por Andrés, vamos a seguir ayudando a los niños”, contó la doctora. Este caso marcó el comienzo de lo que hoy es La mirada de Andrés, una organización no gubernamental enfocada en asistir a niños con grado crítico de desnutrición y niños hospitalizados gravemente enfermos que no tengan recursos para costear los tratamientos que necesitan, y todo comenzó contando sus historias.
Par el 2018, la Unicef reportó un aumento de la prevalencia de la desnutrición infantil, también los casos en el Ruiz y Páez comenzaron a subir ese año y en ese contexto nació La mirada de Andrés.
Desde ese año María Torrealba se encarga de buscar lo que no hay en el centro asistencial -ni en ningún hospital del país durante al menos cuatro años de crisis hospitalaria agudizada que ha enfrentado Venezuela-, como insumos y medicinas. Y demás cosas que el paciente necesite como pañales, leche o cremas. Ella es el canal para las entregas, y sus redes sociales son el puente entre otras fundaciones. Aprendió a hacer una comunidad en donde comparte cada caso.
Un trazado fucsia de su silueta abrazando a una niña que ella misma amamantó junto a un estetoscopio que simboliza la sonrisa de los niños, es la firma personal de María Torrealba. La niña que sostiene entre brazos en esa silueta es Esperanza, una bebé que llegó hace un año al hospital Ruiz y Páez con una infección respiratoria severa. Su madre la abandonó luego de haber ingresado a pediatría, todas las enfermeras del servicio y los médicos se abocaron a Esperanza, ella murió tiempo después, ha sido uno de los tantos casos que la han marcado.
Dominic, David, Massiel, Esperanza, Alexandra, María Gabriela, Massimo, Stanislao, Jeremías y más de 4 mil pequeños han sido atendidos por la fundación desde el 2018. Hoy María tiene más de 300 niños registrados con una planilla en plan de recuperación nutricional.
Redes de apoyo
“Yo no busco seguidores, busco voluntarios. Y todos han llegado solos, buscando la forma de ayudarme a ayudar”, dice siempre con orgullo cada vez que le preguntan cómo es que llegó a los 39 mil seguidores en su cuenta de Instagram, que ha sido el canal para ayudar a más de tres mil niños hospitalizados o desnutridos.
María ha recibido el apoyo de influencers como Marko Música, el cantante venezolano Miguel Ignacio Mendoza (Nacho), Luis Fernando Borjas, miembro de la orquesta musical venezolana Guaco, el comediante y locutor David Comedia, del alcance mediático de George Harris, Gian Lucca Bacci y otros, a través de las redes de apoyo que ha logrado tejer. Detrás de la labor está la pediatra junto a los 39 mil seguidores voluntarios que apoyan con donativos, difusión de contenido, y otras organizaciones sin fines de lucro como Nutribabys y empresas como leches máh, todos los que integran la red se han comprometido con la historia de cada niño que forma parte del feed de la doctora con previa autorización firmada de sus padres.
La labor no se detiene hasta que los niños vuelvan a tener mejillas, recuperen el color, vuelvan a sonreír, los huesos comiencen a esconderse otra vez, y los valores vuelvan a su lugar. Los planes de recuperación alimenticios son personalizados, y se aplican mensualmente a los niños que lo necesiten.
A la emergencia pediátrica del hospital que recibe al menos el 60% de la población infantil del estado Bolívar -desde el cierre del pediátrico Menca de Leoni en Guayana- y niños procedentes de Delta Amacuro, Amazonas, Anzoátegui y Monagas, llegan madres desesperadas, en su mayoría de bajos recursos que agotaron de forma irreversible sus medios de vida para alimentarse ellas y a su hijo, en medio de una inseguridad alimentaria que ya alcanzó a 9.3 millones de venezolanos, este es el perfil que María atiende a diario.
Este trabajo es clave para cambiar las probabilidades de supervivencia de un niño en estado crítico, como Yofrani, una niña de 6 meses alérgica a la leche de vaca, llegó al hospital con desnutrición severa y solo con el apoyo de la red de voluntarios se pudo traer del exterior los suplementos especiales que ella necesitaba para su recuperación.
Los martes y jueves la doctora ofrece otro plan de recuperación nutricional para niños hijos de madres con Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) que no pueden tomar lactancia materna, e hijos de madres fallecidas.
“Hay que ser empáticos, ponernos en el lugar del otro, en esa mamá que está en el hospital y no tiene para comer, para darle comida a sus hijos porque en los hospitales no hay comida”, expresa. En cada madre llega con su hijo en brazos, María, que también es mamá, se refleja.
– ¿Qué sientes cuando ayudas a los niños?
– Una felicidad extrema que no puedo explicar, mi relación con los niños es algo que poco puedo explicar.
– ¿Qué implica ayudarlos?
– Es mucho trabajo, el trabajo con cada niño es constancia, es desgaste físico, emocional, hay que ser fuerte, es muy difícil, pero cuando le ofreces esa oportunidad a ese niño que no tiene la culpa de nada, de vivir de tener una vida y una familia eso no tiene precio.
– ¿Qué te hace seguir cuando las cosas se complican en medio de la crisis país?
– Dios quiso que yo fuera pediatra, puso en mi corazón el sentimiento de ayudar. Cuando sientes que todo se viene encima algo pasa y te dice: ¡Ey!, tienes que seguir porque alguien te necesita.
Más allá del hospital
“Si entre los venezolanos no nos ayudamos entre nosotros nadie nos va a ayudar, no podemos esperar o depender de que alguien tome una decisión, de esperar que las cosas mejoren porque lamentablemente la vida de nuestros niños no puede esperar”, es lo que María piensa.
La lucha contra la desnutrición infantil para ella trascendió las puertas del servicio de pediatría del hospital Ruiz y Páez. Comenzó a encontrarse cara a cara con casos de desnutrición, hambre y pobreza dentro de las comunidades de Ciudad Bolívar, hasta donde llevó a su equipo de trabajo.
Orinqueta, Marhuanta, Perimetral, Sabaneta, Brisas del Sur y Milagro de Amor, son los nombres de algunas comunidades de Ciudad Bolívar a las que ha llevado comida, orientación y educación. Es en estas comunidades donde le tocó descubrir que hay niños durmiendo en colchones de tierra, y que la desnutrición per se es solo la punta del iceberg de un problema estructural que tiene raíces socioeconómicas y culturales. “Si yo tuviera que pasar por eso, me encantaría que llegara alguien que más allá de publicaciones y de fotos me ayudara y ayudara a mis hijos”.
Otra línea de trabajo de esta fundación es entregar bolsas de comida a familias enteras. La doctora junto a otros voluntarios y fundaciones comenzó a hacer entre 20 y 30 jornadas mensuales para entregar bolsas de alimento que luego llamó Bolsas de Esperanza.
“Creo que hay que tener mucha fe, todos estamos aquí por un propósito, tenemos una misión en esta tierra y creo que mi misión es ayudar”, insiste. Su motivación se centra en la capacidad de recuperación de los niños, los antes y después cada vez más drásticos.
La desnutrición infantil ocurre por varios factores, la doctora destaca 2 principales: el cada vez menor poder adquisitivo que impide a las madres alimentar a sus hijos con todos los nutrientes que requieren y mitos alrededor de la lactancia materna.
Por ignorancia o por falta de recursos, muchas madres alimentan a sus hijos con agua de harina de maíz, de trigo, o de arroz sin compensar la dieta con otras proteínas, esto engrosa las cifras de desnutrición y es uno de los temas en los que más insiste la pediatra.
La nutricionista venezolana Susana Raffalli explica en sus múltiples investigaciones que la desnutrición sobre todo en los primeros 2 años de vida tendrá un impacto en el nivel cognitivo, motor y afectivo de los niños. El 65% de los niños que fueron desnutridos antes de sus primeros 2 años de vida no termina la primaria, y si la termina nunca se gradúa de la universidad, el norte de los pediatras que deciden quedarse en Venezuela, es disminuir los efectos de la emergencia humanitaria compleja sobre los niños.
Que un niño muera en la sala de hospitalización pese a todos los esfuerzos por conseguir ayuda en medio de la crisis, es una de las partes más duras del trabajo, cuanto más dolorosa. “Hago lo posible por ellos y si es el mandato de Dios que tengan que irse, ellos se irán, pero nosotros seguiremos luchando por los que están”.