Aparte de sufrir por la escasez de transporte, gas y alimentos, y de padecer el desbordamiento de aguas negras en calles que se encuentran a medio terminar y hasta sin asfaltar, los habitantes de Las Amazonas, en Puerto Ordaz, municipio Caroní, han tenido que lidiar con otro problema: las bandas armadas que azotan con intensidad a la comunidad, especialmente desde 2014.
La incursión de cuerpos de seguridad del Estado ya reconocidos por haber cometido ajusticiamientos extrajudiciales y la migración de estas bandas delictivas a zonas mineras del sur de Bolívar y al extranjero hicieron que la delincuencia disminuyera. Sin embargo, aún queda trabajo por hacer.
Por esto algunos habitantes han tomado espacios para recuperar a jóvenes y mostrarles a través del deporte una disciplina donde puedan crecer alejados de las armas, las drogas y la delincuencia. “Para nadie es un secreto que esto era una comunidad que estaba en zona roja y nosotros hemos ido poco a poco transformado la conducta de los muchachos”, señala Francisco Farías, sociólogo y uno de los vecinos fundadores de la barriada.
Drasticidad
Farías, junto con otros habitantes de Las Amazonas, lleva dos años colaborando para alejar a los niños y adolescentes de las drogas y la delincuencia. Para ello reactivó actividades deportivas como fútbol, basquetbol y voleibol con la idea de ocupar a los jóvenes con actividades enfocadas en disciplina y respeto.
Pero no todo ha sido fácil. Ni la Gobernación de Bolívar ni la Alcaldía de Caroní han respondido las solicitudes de implementos deportivos. Han tenido que comprar sus propios equipos, como un balón Mikasa que costearon entre todos los vecinos para un torneo de fútbol en diciembre del año pasado.
Sin embargo, este balón es algo con lo que ya no cuentan: se desgató a punta de patadas de 50 muchachos de la comunidad. Aunque ellos mismos intentaron conseguir otros equipos por su propia cuenta, la calidad de estos no era buena y con el pasar del tiempo también se fueron deteriorando.
La cancha múltiple que para estos torneos se llenaba de jóvenes de sectores como Las Casitas y Core 8, hoy está sin niños corriendo, inundada por las lluvias y sola por la cuarentena que detuvo esas prácticas. La insuficiencia de balones y la paralización por la pandemia los llevó a buscar otras alternativas.
Boxeo con disciplina
Consiguieron un galpón prestado, un saco y un ring para practicar boxeo. Farías recalcó que, con esto, más allá de los golpes, buscan educar e incentivar a los jóvenes a otras actividades.
El nuevo deporte fue bien recibido, sobre todo por los más niños, como es el caso de Sandy Rivas, de 10 años. En una pausa en el salto de cuerda, cuenta que lo que más le gusta de entrenar son los ejercicios de velocidad. “Quiero llegar a ser campeón juvenil”, dice.
Empezaron hace un mes con solo tres niños y ahora hay 26. Aunque comenzaron con dos guantes rotos de los tres que tienen, con una sola cuerda para saltar y un solo saco de color negro, más muchachos se han ido sumando con el pasar de los días. Esperan incluso sumar a niñas en esta disciplina.
De acuerdo con Farías han logrado arrebatarle cinco menores a la delincuencia. Para el vecino, lo importante es tomar en cuenta a los jóvenes y que se sientan valorados para que puedan alejarse de las calles e integrarse a las actividades de la comunidad.
Boxear contra la vida
Pero la pelea es también fuera del cuadrilátero, ya que las condiciones bajo las que crecen los jóvenes de Las Amazonas son difíciles. Farías calcula que cerca de un 60% de los padres de estos niños eran trabajadores de limpieza, vendedores que se rebuscaban en mercados informales u obreros que con el desplome del sector construcción buscaron otras alternativas económicas que generaran un mayor ingreso.
Esto lo que generó fue que también migraran a las zonas mineras del sur de Bolívar, donde, por dinero, la gente extrae oro de manera ilegal y en condiciones paupérrimas, contaminando los ríos y expuestos a las pandillas que cobran comisiones y deciden quién vive y quién muere.
Farías cuenta que a algunos niños les tocó quedarse solos con la madre o con algún familiar cercano. Aunque no tiene un número exacto, estima que la mayoría de los niños no tienen garantías para una alimentación sana, por lo que están expuestos a verse afectados en su salud y en su rendimiento deportivo.
Indica que por recomendaciones de una nutricionista tomarán el peso y la medida para saber si las características de los niños corresponden con la edad y trabajar de mejor forma sabiendo las condiciones de cada uno.
Alejarlos de las calles
Sebastián (nombre ficticio), con 16 años, es uno de los jóvenes que juega fútbol y practica boxeo. Incluso desde casa ha escuchado las ráfagas de disparos y ha tenido que ver cómo estos grupos armados caminaban tranquilamente y a plena luz del sol con armas automáticas, pistolas, escopetas y hasta granadas.
Sin embargo, Sebastián se niega a seguir estos mismos caminos. Conoce a dos jóvenes que no superaban los 19 años y que podían dedicarse al deporte igual que él, pero fueron asesinados cuando intentaban robar en una casa.
Tampoco le gustan las drogas. Comenta que en su familia siempre lo han aconsejado sobre las consecuencias que estas tenían por lo prefirió alejarse de algunas amistades cuando empezaron a fumar creepy -una droga parecida a la marihuana- y le insistían para que consumiera.
“Me he enfocado en el deporte y en mi casa”, señala Sebastián. Aunque quiere competir de manera profesional en el boxeo no deja de lado sus deseos por continuar sus estudios. “Quiero seguir, no puede dejar de estudiar”.
Su sueño desde niño ha sido estudiar arquitectura. “Tengo grandes metas. Ser alguien profesional en la vida”, manifiesta. A pesar de las adversidades, señala que quiere seguir estudiando para compensar también la educación y la formación que le otorgaron sus padres.
Hacerlos formar parte
“Es cuestión de que ellos vayan sanando algo que de repente es un problema de casa”, recalca Farías. Procura que los muchachos entiendan que pueden tener un futuro siendo padres de familia, con un trabajo digno y sin terminar formando parte de la delincuencia.
En los casi dos años que lleva trabajando con jóvenes ha visto los cambios. “Se apartan de las drogas, se apartan de la violencia, se han ido apartando de eso”, relata Farías. Para el vecino todo es cuestión de orientar y de acompañar a los jóvenes.
“Nos incentiva el tema de que nosotros queremos construir una sociedad distinta”, explica otro de los colaboradores. Entiende que de ellos depende mejorar esos espacios y dar el ejemplo para que otros jóvenes vean que hay alternativas distintas a las armas.
Para este muchacho quien también forma parte del equipo de ajedrez, el deporte sirve para que los jóvenes se ocupen de generar por ellos mismos las actividades que les permitan alejarse de las calles. Ya sea organizando torneos de fútbol, ajedrez o básquet. “Ves entonces un tema organizativo en la comunidad”.
Seguir creciendo
Farías comenta que hubo momentos donde las balaceras eran el despertador durante cada mañana y que debían salir acompañados para evitar ser atracados. Hubo momentos donde le tocó, junto con otros residentes, solicitar a las bandas que pararan los enfrentamientos dentro de la barriada. Ahora, con la disminución de la delincuencia, planea acercarse a los jóvenes de otra forma.
Han dado charlas en comunidades cercanas para ir integrando a más jóvenes. “No queremos ponerle límites”, dice. Tanto para él como los vecinos, el principal objetivo es integrar a más muchachos para que no se sientan atraídos por los focos del hampa que aún quedan.
Recalca que esperan seguir recibiendo apoyos con carácter social y sin intereses propagandistas, ya que, señala, son pocos los recursos y muchos los jóvenes que necesitan ser integrados al deporte desde los valores.
Sueña con al menos tres equipos de fútbol y uno de béisbol con la integración de entrenadores preparados y con equipos para trabajar y llevar a competir a los muchachos. Es una tarea que recién empieza.