oy arribamos a 258 años de existencia como pueblo benemérito de Guayana, última provincia formada en el fragor de una lucha existencialista que permitió la construcción de la Gran Colombia; otrora sueño de la universalidad de hombres libertarios.
Este vasto e inmenso territorio de la Guayana y Trinidad conformaron nuestra geografía nacional, disuelta en el siglo XVIII y separada vilmente por las ocupaciones de expedicionarios europeos para el control y posteriores sustracciones de los bienes naturales para solventar la imperiosa necesidad de economías destruidas, minimizadas por las luchas tribales y de acciones bárbaras producto de guerras que el hombre aún sigue promocionando y ocasionando en las diferentes latitudes terrenales.
El poblamiento de esta territorialidad nace en 1593 con la reducción de pueblos naturales, con la presencia de Antonio de Berrío, pasando a ser administrada en lo económico, jurídico y político del Virreinato de Santa Fe, esta acción favorecida por el Capitán Domingo Vera Ibargoyen quien tomó posesión de estas tierras a escasas dos leguas del río Caroní, cuyo nombre originario era Caronicuar (Salto de Agua). En el año 1595, específicamente el 21 de diciembre, es fundada la primera ciudad o pueblo colonial organizado llamada Santo Tomé de Guayana gracias a los aportes que Pablo Ojer señala en su magnífica obra La Formación del Oriente Venezolano.
Ahora bien; la colonización y fundación de pueblos misioneros en nuestra región se inician en 1682 con el establecimiento de la Misión de Belén de las Totumas y la de Mariguaca que luego pasó a ser la de Montecalvario que dista a tres leguas de Santo Tomé y la primera hacia la zona rural hoy de Sabaneta con una distancia de cinco días de caminos, hecho trascendental con la presencia de los dos primeros misioneros: Presbítero Padre Ángel de Mataró y Pablo de Blanes arribando estos, el 17 de octubre e iniciando la evangelización de los pueblos citados anteriormente. El Padre Ángel de Mataró lamentablemente fallece el 8 de noviembre de ese mismo año, enfermándose y enterrado en la iglesia parroquial de Santo Tomé de Guayana y el segundo sacerdote fallece en La Habana dos años después, el 20 de julio de 1684.
Este largo período abarca desde 1682 hasta 1724 donde la mayor empresa humana de un apostolado evangelizador se proyecta para la gran conquista de la región, fomentándose el adoctrinamiento, reducción de nuevos pueblos para configurar la toma y posesión de los pueblos de naturales, orientando su organización social y luego sometidas a las nuevas leyes establecidas de rigor en la Real Cédula de la Corona Española, dispuestas por el gobernador de la isla de la Trinidad y Provincia de Guayana cuando envió estos primeros capuchinos.
Villa de San Antonio de Upata
Buenaventura de Carrocera, en el I tomo de las Misiones Capuchinas de Guayana, cita lo siguiente: El Padre José Antonio de Vic había conseguido se enviasen a Guayana 25 familias Canarias, como se consiguió luego en la Cedula del 15 de abril de 1736. Para gestionar la ida de estas familias habían ido a Canarias los Padres Félix de Livia y Francisco de San Martín”. |
Hay un primer intento por establecer una misión en el valle de Upata para 1739 ó 1740 para un 4 de octubre con la denominación de Nuestra Señora de la Candelaria donde esta sufre el rechazo de una balandra inglesa con cien hombres a bordo que asaltaron la capital de las misiones como la de Suay y Santa Bárbara de Payaraima y que esta acción bélica contra los misiones enardeció a la población de Indios Guaicas y Aruacas, antiguos pobladores de esta región, los cuales culparon a los misioneros de esto, obligando a los iniciadores de la fundación del pueblo o villa de españoles huyeran a los llanos de Caracas y otras regiones centrales del país.
Sin embargo estos intentos por reducir pueblos y adoctrinarlos sigue en la cercanía de esta región y cuatros años posteriormente nace la Misión de San José de Cupapuí a una distancia de una legua de este objetivo inicial y luego la de San Francisco de Altagracia en 1734. Estas fundaciones y sometimiento de los naturales cuya organización social era muy dispersa. Los pueblos originarios se fueron ordenando en aquellas jurisdicciones de la migración continua de las etnias algunas de ellas asediadas y amenazadas por la etnia caribes animadas por otros colonizadores como holandeses, ingleses y franceses cuyos dominios en las zonas marítimas del Caribe yacían desde muchos años anteriores a la colonización de Guayana.
Una vez logrado su objetivo se trasladan a Guayana arribando en septiembre de 1738, repartieron las familias entre los pueblos misionales, se acordó poblarlas en las sabanas de Upata proveyéndose de tierras para sus labranzas y casas y para el 13 de enero de 1739 con la asistencia del Gobernador Carlos de Sucre se inauguraba con el titular de nuestra Señora de la Candelaria quedando a su cargo el Padre Félix de Livia.
Segunda fundación de la Villa de San Antonio de Upata
Los misioneros guardaban mucha esperanzas para que se fundase un pueblo de españoles por la tan ansiada presencia de escoltas que habitualmente acompañaban a los pobladores europeos de estas villas para sus protecciones de las acciones de conflictos entre las etnias de la Guayana y Trinidad; sobremanera, los indios caribes que destruían aldeas y pueblos enteros de indios Paraiagotos, Uaraho, que se ubicaban en el norte de nuestra región, en las márgenes de caños y ríos y que su comportamiento pacífico los convertían en presas fáciles de esa barbarie; obligándolos a emigrar a territorio adentro de nuestra geografía regional.
El Padre Antonio de Cervera, antiguo cronista misionero, cita los siguiente y tomado nuevamente de Buenaventura de Carrocera, un manuscrito del 7 de julio de 1762.
Precedidas todas las licencias, parecer y aprobación del señor Gobernador Don José Diguja, se fundó dicho pueblo de españoles. Empezóse —prosigue— con diez familias y a cada familia se le dio casa y labranza de yuca y maíz y la manutención de pan y carne por todo un año”. |
Ciertamente el Padre Antonio de Cervera erigió la Cruz dándolo por fundado, poniendo por titular a San Antonio de Padua. Siete meses ya ocupadas por 25 familias se sella un compromiso con los misioneros según el cual ellos escoltarían y protegerían a los misioneros de invasiones y ataques de otros colonizadores y de ayudar a mantener a los naturales bajos sus órdenes y disposiciones misioneras.
Los verdaderos fundadores de esta villa fueron los isleños, frailes capuchinos y los indios. De allí el carácter histórico y religioso de esta fundación y el carácter típico venezolano de la misma que fueron transferidos desde Araya, cuya decadencia data de 1760 debido al asedio de piratas holandeses, como la mayor parte de los ornamentos religiosos de la primera iglesia levantada los frailes e indios de la península de Araya.
El contexto de la fundación
La fundación de esta villa de españoles representaba el sumo interés para el gran apoyo material y humano en la labor misionera en alcanzar otras latitudes de nuestra región limitada inicialmente por las márgenes del Yuruarí y las ocupaciones de otros colonizadores en el este de nuestro país.
La intencionalidad de establecer pueblos de españoles y de fundar villas data de las disposiciones de la Real Cédula de la Corona Española y su majestad el Rey del 28 de septiembre 1676.
Los elementos que concurren en nuestra fundación era la de garantizar de protección y ayuda en la reducción de los indígenas para seguir avanzando en la formación de otros pueblos misionados con la anuencias de esta villa.
Aquí se dejó un nivel muy alto de organización social–económica en la población y la organización político–administrativa que pasó a ser el centro más importante de la economía regional y luego en la incipiente formación de la Gran Colombia para octubre 30 del año 1817 cuando ya instalado el Cuartel General del proceso independentista de América con el General Manuel Piar a la cabeza en la toma de Guayana.
Aquí se inicia la primera división técnica–social del trabajo mancomunado con los frailes y los indios, se proyecta la primera gran ciudad de la región después del establecimiento de la Misión de San Miguel de Unata, se alcanzaron niveles importantes en un proceso continuo e ininterrumpido educativo de enseñanzas en las costumbres y credos de la población indígena, se respetaron las idolatrías sociales y religiosas, se cuadriculó la arquitectura de ciudad, se abrieron caminos y carreteras para ingresar al pueblo, se inicia el adoctrinamiento con la presencia de la autoridad de la corona, había jueces y juzgados para administrar justicias, se respetaron las propiedades y las producción en los hatos y labranzas de los indígenas.
Cuando Piar ingresa a Upata el 6 de febrero de 1817 se encuentra con la ciudad ordenada, hace un balance general y precisa los grandes cambios y transformaciones en la población, no desestimó ese inventario de cosas, respetó su organización general y coloca al frente al Presbítero Padre Blanco como nuevo regente, estableciendo su cuartel general frente a la plaza mayor para seguir desarrollando las estrategias de la guerra por la libertad.
La ciudad seguía su curso y de aquí se entregaron los recursos económicos y los hombres en armas para ir a conquistar la libertad.
Bajo este importante esquema y modo de vida la ciudad se fue desarrollando y alcanzando su plenitud en pocos años; sin embargo atraviesa las dificultades por las altas exigencia de la Nueva Granada en los costos de la guerra. Ya en 1915, los frailes capuchinos inician el retorno a petición de nuestro Libertador que ha ruegos en 1824 clamaba su retorno; pasado el tiempo y por disposiciones y acuerdos del gobierno con la Orden Franciscana regresan a nuestra región para continuar con las orientaciones de seguir fundando pueblos y misiones, que con sus presencias garantizaron la soberanía de Venezuela de las malsanas intenciones de ingleses y holandeses de ocupar nuestro territorio al sur de Guayana; para ello se creó la Primera Vicaria Apostólica en Upata para 1924 que realizó un espléndido trabajo hasta 1954 cuando fue mudada a Santa Elena de Uairén.
De allí entonces la importancia de la fundación de un pueblo que se erigió en la primera capital política de la Gran Colombia y la formación de la Tercera República, ratificada en el Congreso de Angostura, en la Segunda Reunión Constituyente de Venezuela el 15 de febrero de 1819.
Bibliografías consultadas
1. Rodríguez Jiménez, Carlos. Upata, Tomo 1, 1961
2. Carrocera, Buenaventura. Misión de los capuchinos en Guayana, Tomo 1, 1979
3. Lanz Sigfrido. Apuntes históricos de Upata, 1994
4. Cabello, Hildelisa. Historia regional del estado Bolívar, Tomo 1, 2019
Cronista de Upata