París.- A sus 35 años, Stéphanie Frappart se dispone a firmar otra primicia: el domingo se convertirá en la primera mujer que arbitra un partido de la primera división francesa, el Amiens-Estrasburgo, un mérito que le llega tras haber sido pionera a lo largo de toda su carrera.
Frappart sabe que la oportunidad le llega porque es una de las 27 elegidas por la FIFA para dirigir partidos durante el Mundial femenino que albergará Francia entre el 7 de junio y el 7 de julio próximos.
En ese contexto, la Federación Francesa de Fútbol (FFF) quiere dotarle de una experiencia al máximo nivel. Pero la colegiada asegura que quiere ganarse las oportunidades y no que le lleguen por su condición femenina.
«Quiero arbitrar en primera por mis competencias, no por ser mujer», aseguraba hace unos días al diario «L’Équipe».
Una actitud que casa bien con el retrato que de ella hacen los responsables del arbitraje francés: «Siempre busca progresar y tiene una enorme capacidad de sacrificio», dijo en declaraciones a la prensa el director técnico del arbitraje francés, Pascal Garibian.
Sobre todo en el aspecto físico, donde logra superar a varios de sus colegas masculinos en las duras pruebas.
Ella reconoce que es ahí donde pueden surgir las limitaciones. «Seguir a Mbappé a 37 por hora no es fácil», bromea, antes de recuperar su tono firme: «Las exigencias tienen que ser las mismas, los futbolistas no van a correr menos esperando a una árbitro mujer».
Frappart saltó a la escena mediática en 2014. Coincidiendo con el nombramiento de Corinne Diacre como entrenadora del Clermont, se convirtió en la primera árbitra que llegaba a la segunda división del fútbol francés.
Hasta ese momento, Nelly Viennot era la pionera, porque en 1996 se convirtió en la primera árbitra asistente de la élite francesa. Pero nunca logró dar el paso de dirigir un partido.
Los primeros meses, recuerda la colegiada, todo el mundo se interesaba en ellas por su condición de mujer.
Sin olvidar alguna polémica, como el ataque sexista que le dirigió el entrenador del Valenciennes David Le Frapper en 2015 por no pitarles un penalti: «Es complicado para una mujer arbitrar en un deporte de hombres».
Aquellas declaraciones despertaron la condena unánime del mundo del fútbol.
Pero con el tiempo, su condición de mujer pasó a un segundo plano y desapareció de los medios, algo que ella vive como una bendición porque sostiene que los árbitros saben que han hecho un buen trabajo cuando no son noticia.
Mientras Diacre se convirtió en seleccionadora de Francia femenina, Frappart fue consolidándose en la segunda división, hasta dar el salto con el que tanto soñó.
Lo llevaba en la sangre. Desde los 13 años, tras comenzar a jugar al fútbol en el modesto Pierralaye del norte de París, cuando decidió inscribirse en una escuela de arbitraje «para conocer mejor las reglas».
Ahí descubrió una pasión a la que decidió dar prioridad a los 19 años, cuando abandonó la práctica del fútbol. Desde entonces, no ha dejado de subir escalones, hasta que el domingo se consagre en lo más alto.
En segunda, acumula ya 76 partidos en cinco años, 14 de ellos esta temporada.
Es ahí donde ha demostrado su calidad. «Pita con justicia, controla los partidos con limpieza, respetando a jugadores y entrenadores. pero cuando es necesario se hace respetar», resume Garibian.
Frappart ya ha dirigido partidos importantes. Fue colegiada en el Mundial femenino de 2015, en los Juegos de 2016 y dirigió la final del Sub-20 femenino el pasado verano entre Japón y España.
Ahora quiere subir un escalón más. Por el momento, es la única del millar de árbitras francesas que puede vivir en parte de este oficio, aunque lo tiene que compatibilizar con su actividad en la Federación Deportiva y Gimnástica del Trabajo.
Sobre sus espaldas pesa la responsabilidad de abrir el camino a otras mujeres.
«Uno de mis objetivos es suscitar vocaciones para que las chicas comiencen a arbitrar. Es algo que quiero hacer porque he comenzado a entreabrir las puertas», asegura.