Oswaldo Guillén y los Tiburones de La Guaira tenían una cita con la historia y no rehuyeron a la convocatoria. Terminaron vestidos de gala, agrupándose como uno de los equipos más dominantes en la Serie del Caribe y alzando un título que puso fin a una espera para Venezuela de 15 años.
“Con mente ganadora, ustedes hicieron el trabajo, ustedes”, soltó Guillén, tras el triunfo 3-0 contra los Tigres del Licey, en el clubhouse del loanDepot park, en los albores de la madrugada sabatina. “Gracias a ustedes se logró todo lo que se ha logrado, especialmente los peloteros que vinieron de otros equipos, les damos gracias de corazón, porque parecía que estuvieron jugando con nosotros todo el año”.
Las ausencias de los grandeligas Ronald Acuña Jr., Miguel Rojas, Maikel García y Brayan Rocchio, así como de los curtidos toleteros Wilson García y Danry Vásquez, fueron compensadas con Hernán Pérez, Ramón Flores, Alexi Amarista, Wilfredo Tovar y Odúbel Herrera, además, de alguna manera, con Luis Torrens, que ya estaba con el equipo desde el Round Robin.
Guillén, de 60 años de edad, fue el pegamento para unir todos esos ladrillos y construir la inexpugnable pared que le llevó a emular a Tommy Lasorda, como los únicos mánagers que han ganado el Clásico Caribeño y la Serie Mundial. El estratega estadounidense lo hizo con el Licey en 1973 y después estuvo al frente de los Dodgers de Los Ángeles, en 1981 y 1988.
“… Ahora vamos a Venezuela con la cabeza en alto. Han hecho algo, no sólo para Tiburones de La Guaira, para Venezuela, sino para ustedes y su familia. Gracias a ustedes se logró lo que queríamos: levantar ese trofeo delante de todo el mundo”, agregó Guillén.
La Guaira terminó con una sequía de casi 38 años en la LVBP, como lo hicieron los Medias Blancas de Chicago, que ganaron la Serie Mundial de 2005, por primera vez desde 1917, bajo la égida de Guillén.
“Ganar en Venezuela fue mucho más meritorio, mi familia lo disfrutó mucho”, había dicho el piloto, después del juego de semifinal contra Curazao.
“Fue una decisión difícil, muy difícil, porque dije públicamente que más nunca me pondría un uniforme en Venezuela”, abundó Guillén en su argumentación.
“Fue algo en lo que estuve errado. Pero los peloteros me querían. Me llamaron varios para que tomara las riendas (entre ellos, Miguel Rojas, quien fue fundamental en la respuesta positiva). No sabía en qué posición estaba el equipo, ni me importaba. Eso fue entre mis hijos y mi esposa. Mi problema eran mis nietos, prefiero llevarlos y buscarlos a la escuela, que estar en un terreno de juego estresado. Gracias a Dios, le salieron bien las cosas a La Guaira”.
El 7 de diciembre, después que la gerencia decidió separar del cargo a Edgardo Alfonzo y tras un breve interinato de David Davalillo, Guillén tomó el mando de un equipo envuelto en un marasmo que le tenía quinto, con récord de 18-20.
“Tuve suerte, porque el bullpen, que era lo peor que teníamos, se arregló de un día para otro. Carlos Zambrano (coach de pitcheo) tiene las credenciales para hablarle a los pitchers y ayudarlos, pero ellos son los que ejecutan. En Venezuela tienes que pitchar, porque todos los equipos cuentan con ofensivas blindadas… Llegué en el momento oportuno, cuando el equipo comenzó a jugar mucho mejor”, apuntó el mandamás.
Durante ese tránsito, aparecieron varios héroes puntuales. Yasiel Puig, Leonardo Reginatto, Ricardo Pinto, Wilson García, Danry Vásquez, Arnaldo Hernández e incluso Franklin Barreto.
Se alzó la mitología de la cotidiano. Tantos detalles que terminan siendo innumerables.
“Gracias a Dios, le dimos la satisfacción a esa fanaticada que tenía tantos años sin celebrar y que haya sido parte de eso es grande, porque he estado con ese equipo desde los 16 años de edad. Personalmente, me lo viví bien bonito porque me había ido por la puerta de atrás en el béisbol y yo quería salir por la puerta de enfrente, como los grandes toreros. Este año se logró”.
En Miami 2024, podrían describirse una ristra de pequeñas y grandes particularidades que desembocaron en un récord global de 7-1, que colocó a Tiburones apenas como la tercera divisa que logra siete triunfos en una Serie del Caribe. Los otros son Navegantes del Magallanes (7-1), en 1970, y Águilas Cibaeñas (7-0) en 2021.
Ricardo Pinto se erigió en el único pelotero que es electo Jugador Más Valioso de la Gran Final de la LVBP y del partido por el campeonato en un Clásico Caribeño, un mismo año. En sus últimas cuatro aperturas cubrió 24.2 innings en los que aisló una carrera limpia, con nueve boletos y 25 ponches, para una minúscula efectividad de 0.36 y récord de 3-0. Su sólida apertura de 5.2 entradas en blanco contra Licey, la completó con apenas tres días de descanso.
El pitcheo colectivo de los escualos fue el mejor con PCL de 1.88 (15 CL en 72.0 IP), en buena medida gracias a su sólido bullpen, que exhibió un minúsculo PCL de 1.09 (4 CL en 33.0 IP). Los cuatro principales relevistas de Tiburones: Jorgan Cavanerio, Silvino Bracho, Anthony Vizcaya y Arnaldo Hernández, se combinaron para balance de 2-0, 11 holds, cuatro salvados y 0.44 de efectividad. En 20.2 tramos tan sólo permitieron 15 inatrapables y un pasaje gratis, por 18 guillotinados.
Hernández fue el líder en salvados con cuatro, lo que iguala el récord de la competición y Ángel Padrón lanzó el segundo no-hitter en los anales del evento y el primero en más de siete décadas.
La ofensiva también fue la mejor, con una sobresaliente línea ofensiva de .293/.383/.390 y .773 de OPS, con Amarista y Tovar ligando cada uno .370 de promedio, en el tope de los siete toleteros criollos con average de .300 o más.
¿Redención? Tal vez. Aunque Guillén soltó un rotundo no, cuando se le mencionó si se trataba de una revancha como consecuencia de su fallido paso por Miami en calidad de dirigente en 2012, temporada en la que los peces terminaron con magro registro de 69-93.
“Mi familia ha estado a mi lado en todas partes, en las buenas y las malas, tengo 40 años de casado y junto a mi esposa (Ibis), una de las cosas más difíciles que pasamos en mi carrera fue aquí en Miami”, puntualizó. “Aunque no soy una persona que se apegue al pasado. No tengo nada en contra de los Marlins, ni contra (Jeffrey) Loria (ex dueño de la franquicia floridana) o su gente. Se señaló que me había botado por un comentario que, supuestamente, dije (sobre Fidel Castro, fallecido líder de la Revolución Cubana). A mí botaron por malo, por mal mánager y el equipo era malo, cambiaron a todos en junio, julio… Cuando botas alguien de tu empresa y todavía le estás pagando millones de dólares…, ya yo sabía lo que venía… Me trajeron con bombos y platillos y cuando me botaron, ni se acordaron de mi nombre. Son cosas del béisbol. Eso te enseña a crecer, a conocer a las personas que están alrededor tuyo… Esta Serie del Caribe pudo haber sido en México, igual iba a representar a Venezuela de la misma manera, no iba a sentir nada diferente. Me la paso en Miami, cuando hace mucho frío en Chicago, bajo a la Florida… La gente se ha olvidado que yo era el coach de tercera base del equipo campeón (en la Serie Mundial (2003)”.
En medio la euforia, con más de 36 mil personas aplaudiendo en todas las localidades posibles de la casa de los Marlins y los peloteros fundidos en abrazos, Guillén no fue protagonista. Subió al podio brevemente a recibir el trofeo. Pocas imágenes dan fe de ello. Luego se refugió con su familia en las profundidades del loanDepot park.
“… ustedes hicieron el trabajo, ustedes”, resonó en la intimidad, mientras un imprudente dispositivo grababa el instante para la historia.
El círculo de alguna manera se cerró. Aunque con Ozzie nunca se sabe.
“No me quita el sueño dirigir en las Grandes Ligas, pero no voy a cerrar la puerta. Estoy haciendo esto porque me llegó la oportunidad. El tiempo de Dios es perfecto”.
¿Volverá en la temporada 2024-2025?
“Yo no he dicho que sí o no para regresar con los Tiburones. Todo depende de mis nietos y mi familia, que es lo más importante, porque nadie se acordaba de mí hasta que llegué a La Guaira este año”.
Al menos, se ha ganado el derecho de que le recuerden, le extrañen y cuenten los días para su vuelta.
No dejes de creer
¿Cómo logró transformarse La Guaira? “La unión”, reiteró una y otra vez Oswaldo Guillén, que, por alguna razón cósmica consiguió lo que todo mánager aspira. “Gracias a la confianza de Ozzie”, era el leitmotiv de los peloteros, cuando eran abordados, después de una jornada destacada. Propios y extraños lo repitieron en Miami 2024, entrelazando las manos, después de cada hit, cada jugada, cada out, cuando el momento lo ameritaba.
Desde el 7 de diciembre, el día que Guillén se enfundó de nuevo en la casaca de sus amados Tiburones, el club jugó para un imposible 35-12 (.745).
Sólo Carlos Subero, que tuvo un recorrido similar al de Guillén, al frente de la versión de Leones del Caracas de la 2005-2006 y tras sustituir a Omar Malavé, logró un balance similar de 34-12 (.739), camino a ganarlo todo, hasta la Serie del Caribe Maracay-Valencia 2006.
Aunque la singularidad de ambos hechos, ofrecen diferencias notables, una y otra vez, existen paralelismos en la motivación, el motor de la vida.
En algún sitio, del espacio-tiempo, alguien hizo sonar Don’t Stop Believin de Journey. “No dejes de creer”. (lvbp.com)