Buenos Aires.-
Boca Juniors y River Plate protagonizarán a partir de éste sábado el superclásico más importante de la historia: los dos clubes más importantes de Argentina se enfrentan a doble partido en la final de la Copa Libertadores, una definición que tiene paralizado el país y en la que hay en juego mucho más que un título.
Boca, actual bicampeón argentino, recibirá éste sábado a las 17:00 horas a su archirrival con el estadio La Bombonera colmado de hinchas «xeneizes» para intentar hacerse fuerte de local y luego definir dos semanas después, el 24 de noviembre, en el Monumental «millonario».
River apuesta a desplegar su reciente mística copera, pese a que llega a la final golpeado por la suspensión de su técnico, Marcelo Gallardo, a quien la Conmebol le prohibió además concurrir a la cancha de Boca. El entrenador, que ya conquistó en 2015 la Libertadores, deberá seguir mañana el partido a la distancia y por televisión, sin ningún tipo de contacto con el cuerpo técnico y sus jugadores.
«El que salga vencedor tendrá la gloria absolutamente y el que no, seguirá peleándola. No es de vida o muerte», anticipó Gallardo. River llega con un mejor juego colectivo que Boca, pero estará condicionado por las ausencias del entrenador y el capitán, Leonardo Ponzio, y las tarjetas amarillas que acumulan seis jugadores, entre ellos la dupla central de Jonatan Maidana y Javier Pinola y el goleador Gonzalo Martínez.
El técnico de Boca, Guillermo Barros Schelotto, auguró una final «trabada, muy estudiada, discutida desde lo futbolístico y muy pareja».
«Tanto River como Boca tuvimos que recorrer caminos difíciles para llegar a la final, en los que hubo que mostrar personalidad y juego para imponerse al rival. Pero no es una cuestión de personalidad, sino de juego y claridad lo que va a determinar quién gane», dijo el «Mellizo», que podría sorprender con una formación súper ofensiva con Ramón «Wanchope» Ábila y Darío Benedetto juntos en el ataque.
Boca eliminó a Libertad de Paraguay, Cruzeiro y Palmeiras de Brasil para llegar a la final, mientras que River hizo lo propio ante a Racing e Independiente de Argentina y Gremio.
La inédita final de la Copa Libertadores entre los dos más grandes del fútbol argentino llega envuelta en varias polémicas que elevaron a la máxima potencia la tensión ya habitual antes de cada superclásico.
La primera, la demora con que la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) confirmó a River en la final después de que Gallardo se saltara la suspensión que pesaba sobre él en la vuelta de la semifinal con Gremio en Porto Alegre.
El técnico «millonario» dio indicaciones a su cuerpo técnico con un intercomunicador desde las gradas y luego, con River 1-0 abajo tras haber perdido 1-0 en la ida, bajó en el entretiempo al vestuario para hablar con sus jugadores. River dio vuelta la serie 2-1 en una remontada heroica, eliminó al gran candidato y se ganó el boleto a la final. Gremio reclamó la victoria por considerar que la infracción de Gallardo tuvo incidencia en el resultado deportivo, pero cuatro días después, con Boca ya clasificado y un país en vilo, Conmebol rechazó el pedido y le dio cuatro fechas de suspensión al técnico de River.
Conmebol cambió en tanto de forma unilateral la fecha de la final, originalmente prevista para los miércoles 7 y 28 de noviembre. El motivo, evitar que se superponga con el gigantesco operativo de seguridad que prepara Argentina para albergar el 30 de noviembre y el 1 de diciembre la cumbre de líderes del G20.
Los clubes, la Superliga argentina y la colectividad judía protestaron por que se juegue dos sábados por la tarde, pero Conmebol fue inflexible.
Con menos de una semana de anticipación, se definió además que la ida y la vuelta se jugarán sin público visitante. El presidente argentino, Mauricio Macri, que en el pasado fue además presidente de Boca, había propuesto hacer una excepción a la prohibición al ingreso de aficionados visitantes que rige desde 2013 como medida de seguridad para frenar la violencia en espectáculos deportivos, pero los clubes desistieron. Desde 1922, la violencia en el fútbol se cobró la vida de 328 personas, las últimas dos en esta semana, según la ONG Salvemos al Fútbol. «Paz y armonía», clamó Macri.
Aun sin visitantes, la final contará con un enorme operativo de seguridad. Al menos 1.700 efectivos custodiarán mañana el partido en La Bombonera.
La Copa Libertadores es el máximo objetivo de la temporada tanto para Boca, que de forma paralela aspira a conquistar el tricampeonato de la Superliga argentina, como para River, que pelea en un frente triple porque además sigue en carrera en la Copa Argentina.
La «séptima» se convirtió en una obsesión para Boca, que ganó seis títulos (1977, 1978, 2000, 2001, 2003 y 2007), pero el último hace once años, demasiado tiempo para uno de los grandes. River, en tanto, conquistó tres (1986, 1996 y 2015).
El historial muestra que Boca nunca perdió de local con River en copas internacionales. Se cruzaron en 14 oportunidades, de las cuales Boca ganó 7, hubo seis empates y en 2015, por los octavos de final de la Libertadores, River ganó los puntos tras el escándalo por el gas pimienta que hinchas de Boca lanzaron a jugadores «millonarios».
Los archirrivales se midieron sólo en dos finales, la primera en el campeonato Nacional 1976, que ganó Boca, y la última en marzo pasado, en la Supercopa argentina, con el triunfo de River.- Por Dpa