En marzo de 1980, el periodista Isidro Casanova fue enviado por el equipo de Correo de Caroní para que investigara el día a día en Anacoco -isla ubicada en el municipio Sifontes al norte del río Cuyuní y limítrofe con Guyana- con motivo a que en 1982 el gobierno nacional debía reiniciar una nueva discusión sobre la reclamación del Esequibo, en el que se suponía la eliminación del protocolo firmado durante el gobierno de Rafael Caldera que “permitió a soldados guyaneses ejercer autoridad sobre una vasta extensión del territorio venezolano, perteneciente, mayormente, al estado Bolívar”.
En el recorrido el periodista llegó solo hasta donde las autoridades guyanesas le permitieron avanzar, sin embargo, eso bastó para poder describir cómo era la vida en la zona militar fronteriza menos conocida en el estado Bolívar. “Anacoco no es un poblado. Es una zona militar. Apenas alberga, además de la tropa, una misión y una escuela que ocupan religiosas y educadoras y una comunidad indígena pequeña. No hay ningún negocio, ni siquiera uno donde sirvan un vaso de agua caliente al visitante”, expresó.
“En el río Cuyuní pueden circular pescadores, pero siempre buscando no ir más allá de la mitad y nunca andar por ahí de noche”, contó. “Los mineros que abundan en la zona tienen que proveerse de permiso y regresar antes del anochecer”.
Hoy la realidad de ese poblado limítrofe es muy distinta a la de hace 41 años, pues la zona no está exenta de las actividades mineras, ni de grupos irregulares armados a escasos metros del puesto del ejercito.