En lo que se refiere a la izquierda radical latinoamericana apoya la invasión mencionada en último término porque sí. Por nostálgica de la URSS. Por su rechazo cromosómico al imperialismo yanqui.
¿Qué es más grave? ¿Una muerte, gústenos o no, que si la hubo se quedó en puro bla, bla, bla o asesinar con premeditación y alevosía a Oscar Pérez, Juan Pablo Pernalete, Rafael Acosta Arévalo… y 300 mil venezolanos más por el hampa común azuzada por el tirano?
Quién quita, que apenas, toque tierra en el aeropuerto correspondiente, la bienvenida se la dé algún escuadrón de la DEA y ¡zas! se ejecute su ansiada orden de captura. Todos los días no se presenta la oportunidad de reivindicar la utilidad de cumbres como la mencionada.
Habrá que concederle al ¿nuevo? TSJ el beneficio de la duda. Dios quiera que los primeros en disiparla -se los desea un ateo confeso- no sean sus mismísimos integrantes.
No se puede, ni debe transitar por esos andurriales recibiendo millones y “millonas” de quienes por tintas que tienen sus manos en sangre de los venezolanos más vulnerables figuren en la llamada “Lista de OFAC”.
Por lo visto todo vale para revitalizar un espectáculo frívolo, decadente, insustancial, producto de un concurso no siempre imparcial, como ha quedado al descubierto en varios escándalos. Que cada día divierte menos y a menos gente.
Los colaboradores cercanos de Putin, sus apologistas, sus generales y oficiales inferiores deberían reflexionar. Es allí donde el inmediato decreto de detención preventiva de Putin cobra efectos prácticos.
Total, que el “Iluminado”, en referencia, viose forzado a suspender, sine die, su pretendida gira triunfal por el Cono Sur. Ya que no pudo tararear las coplas de “Mi Buenos Aires querido” en la legendaria “Calesita”, Corrientes 348.
Mientras los que aspiramos una presidencia de Venezuela a medias decente, aunque sea, nos enteramos para qué cipote sirven iniciativas como la visita a Caracas de la referida comitiva, lo reconocemos: un gusto es un gusto.