La megalomanía de los dictadores es de tal profundidad, que en cuanto se sientan y empiezan a gobernar, las ambiciones y sueños de grandeza los oprimen.
El camino escogido por los dictadores es el de requerir el apoyo de unas pocas personas para permanecer en el poder, entendiendo que la forma más eficiente de controlarlo suele ser a través de la corrupción, el soborno y el chantaje.
No es descartable que pronto veamos, en las calles de Caracas, personas vestidas como luchadores de sumo, en traje de Adán y Eva o retornando a la moda que despertó los instintos naturales de Pedro “El Grande” de Rusia.
Escribir y comunicar son tareas complejas que requieren, no solo de talento creativo, sino también de valentía para desafiar y tornar visible lo que no está expuesto a la luz de la verdad.
La obra más conocida de Koestler es El cero y el infinito, en ella se relata la historia de Nicolás Rubachof, un antiguo bolchevique que fue arrestado y acusado de traición contra el gobierno, que él mismo había ayudado a instaurar.
Los dictadores siguen siendo tan sanguinarios como siempre y los métodos de torturas se siguen aplicando, a pesar del avance de los pueblos en materia de derechos humanos. Los procedimientos siguen siendo los mismos, solo han variado los actores.
Galeano fue un hombre con una pluma fuerte en contra de las dictaduras que no eran de su agrado, pero muy manso con Fidel Castro, Guevara, Hitler y otros depravados autócratas.
La anormalidad del poder no solo engendra al dictador que llega a convertirse en un fantasma acosado por la eternidad, sino que también altera y distorsiona la vida de los ciudadanos comunes y crea dramas familiares e individuales.
La unidad no significa sacralizar a nadie: los errores deben ser señalados con espíritu constructivo para que se corrija el rumbo. Los intereses del país deben estar en primer y preponderante lugar y, por último, después del último, es cuando debieran aflorar las aspiraciones individuales y grupales.
Pese a los problemas esbozados soy optimista con respecto al futuro de mi hija y su grupo familiar, porque estoy convencido de que Dios nunca nos manda un peso que nosotros no podamos soportar, dicho en términos más mundanos: lo que no nos mata nos fortalece.