
La izquierda democrática mundial tiene ahora la oportunidad (y el deber) de apoyar sin ambages al pueblo venezolano y su deseo de vivir con libertad y en democracia, para expiar así también el pecado original de no haber condenado nunca la dictadura castrista, donde sigue habiendo un sistema de partido único.
Ante esta situación la comunidad internacional debe, no solo condenar el autogolpe de Maduro y la violación de los derechos humanos de la población, sino también exigir el respeto de la voluntad soberana expresada el pasado domingo.