No debemos resignarnos a la llamada “normalización” de la vida política de Venezuela, que no es otra cosa que la hegemonía roja siga en el despotismo y el conjunto de la nación siga aplastada.
Y se tardará menos o más en llegar a ese final de la catástrofe para comenzar, de nuevo, a subir la cuesta, en la medida que sepamos que los derechos se conquistan, se mantienen y se despliegan, con una perseverancia a toda prueba.
Hay una ofensiva continental que lleva adelante la izquierda jurásica o radical, estrechamente imbricada con la criminalidad organizada, y con polos de poder de otros ámbitos del mundo, que también desprecian a la democracia.
Hablar de reconstrucción o de renacimiento es esencialmente igual. No es empezar de cero, sino aprovechar los activos que existan, y que fueron cimentados con mucho esfuerzo a lo largo de mucho tiempo, para que Venezuela tenga la oportunidad de levantarse de su postración.
Su estilo parece consistir en buscar siempre el centro de la polémica. Con quien sea y por lo que sea. Por eso no le rindo la ganancia a la iniciativa de activar un juicio político o impeachment en su contra, por parte de un sector significativo de la bancada del Partido Demócrata en el Congreso de Estados Unidos
La lucha política es dinámica por definición. Cuando la situación se congela, o luce estática, es porque la lucha está mal planteada, o más bien hay una simulación de lucha.
Maduro y los suyos no merecen el beneficio de la duda. Merecen la necesidad de una condena. Lo que han hecho y están haciendo para destruir a Venezuela así lo confirma.
La guerrilla, por definición, asume la violencia como política. Pero una cosa es el enfrentamiento violento contra las fuerzas de seguridad de un Estado que se considera injusto o ilegítimo, y otra muy distinta es el uso extensivo del terror.
La izquierda autoritaria y populista no estaba muerta, estaba de parranda. Hay que enfrentarla con todos los medios legítimos. Es un derecho y un deber.
El tiempo de las preguntas debe terminar. Es el tiempo de las respuestas, pero no de las respuestas explicativas o descriptivas, sino de las respuestas efectivas, concretas y sustanciales.