Pocos días antes de que el final lo sorprendiera de pronto y lejos, Diego Márquez Castro, columnista de tradición en Correo del Caroní, pensaba el mundo y su devenir a partir de esta pandemia. Esas ideas las plasmó en esta, su última columna, que compartimos con nuestros lectores para honrar una vida que nos acompañó desde sus aportes a la civilidad.
La política y sus prácticas en este siglo XXI, en lo que va del mismo, se encuentra inmersa en procesos de transformación como producto del desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación.
Muchos ciudadanos, decepcionados de tanta promesa incumplida, le están dando la espalda a los líderes y sus partidos y se han replegado a sus propios intereses personales y profesionales, marginándose de los mecanismos de la participación ciudadana.
En diversos países de nuestra América, la política se ha transformado en un gran negocio, dentro de cuyos marcos los partidos políticos han dejado de tener una base en las distintas ideologías para tornarse en franquicias a través de las cuales se gestionan los procesos electorales.
Ante la corrupción no puede haber contemplaciones. La corrupción no se disculpa, no se perdona. La corrupción se castiga, de lo contrario, se convierte en impunidad.
La destrucción de un país y una sociedad por la violencia devastadora, huracanada, ciclónica o por etapas fría y perversamente calculadas es exactamente lo mismo.
La fake news, la posverdad, son fenómenos que han permeado peligrosamente la sociedad contemporánea y se han convertido en caballos de Troya para fines oscuros. Aún hay tiempo para vencer la mentira y la desinformación. Luego será tarde.
La intolerancia se puede fusionar con manifestaciones de odio racial, nacional, sexual, étnico, religioso, moral que tienden a discriminar y excluir a determinadas personas o categorías de personas.
Pocaterra fue un intelectual comprometido con las luchas por la democracia, la libertad y la justicia en una Venezuela dominada por los sempiternos caudillos militares encarnados por los militares Castro y Gómez.
Un eterno legado que la barbarie contemporánea no podrá destruir porque el maestro don Rómulo Gallegos vive en el corazón de Venezuela y América Latina.