Los cadáveres flotaron para que el mundo los viera, y se convirtieron en testimonio de cómo mueren los venezolanos en estos tiempos de socialcomunismo.
A pesar de la gruesa capa de prestigio que recubre la vida de quien nació como Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, ha salido de la oscuridad la leyenda negra de quien supo vivir a cuerpo de rey.
Con un torneo de cinismo, insolencia e inverecundia han cerrado el simulacro electoral, perpetrado para la autocomplacencia socialcomunista, que lo decide todo en función de sus veleidosas y excéntricas arbitrariedades.
Señora Perla, déjeme decirle que esas masas son alimentadas por millones de venezolanos -pibes y pibas- excluidos por una tiranía que ha nos ha empobrecido hasta la miseria más dolorosa.
Con toda la carga de un fracaso rotundo que se pretende encubrir con un palabrerío absurdo, la pandemia le impuso nuevos códigos al desastre educativo.
Estos conos han sido efímeros como un castillo de arena, perecederos como una fruta pintona, fugaces como el “amor” del lupanar, desechables como el papel higiénico, pero sobre todo inútiles, al igual que extremadamente pavosos y costosos.
Para Evo, el triunfo de Arce le pertenece, por lo cual este exitoso economista debe prepararse para cohabitar con ese héroe inmarcesible. Esa deidad aimara que emergió de las entrañas de la Pachamama.
Con 1984 fue un visionario que anticipó los excesos en materia de controles -sobre los individuos, las conciencias y hasta el lenguaje- perpetrados por el Estado totalitario. De su autoría es el omnipresente “Gran hermano”.
Como buen perro de la guerra, Putin pretende instrumentalizar la vacuna para rentabilizarla en su beneficio personal, porque lo único que tenemos claro es que a este individuo el bien de la humanidad le importa un mismísimo carajo.