
Han explayado la fuerza bruta para drenar su rabia y frustración con la población más débil y vulnerable para acusarla, perseguirla, maltratarla, aterrorizarla, intimidarla, secuestrarla y cualquier otro verbo.
Se saben derrotados sin comprender el motivo, cosa típica en aquellos seres poco acostumbrados a manejar algo diferente a un bus de pasajeros o a realizar labores no intelectuales sino manuales.
¿Qué harán? ¿Entregan o insisten en arrebatar? El asombro del mundo quedaría sin argumentos si tuvieran la elegancia y la sabiduría emocional de irse por un tiempo, habida cuenta que la democracia les permite volver eventualmente en el futuro.
El delirio, el dinero, la narcocultura y los cubanos no les permiten pensar ni actuar con sentido práctico y limpio; tampoco la ignorancia ni las agallas.
Se debe entender que la oposición política es insuficiente y por tanto se debe contar con el concurso del pueblo en masa que salga a demostrar su descontento y hartazgo cuando toque votar.
Por ahora, simplemente Hasta el final, consiste en desbancar a la casta gobernante que tanto daño ha infligido a la nación por temporada demasiado extensa.
El gobierno gringo es casi similar al nuestro, y viceversa. Con ciertas diferencias de imagen, resultan parejos en abusos y actividades oscuras y dañinas.
El motivo de las reacciones oficialistas desaforadas ya poco causa preocupación o temor en la colectividad. Al contrario, se han percatado de una caducidad en ciernes para estos creyentes de la perpetuidad en el manejo, administración y usufructo de los recursos de la nación.
El mundo está tan volcado que los venados persiguen a los perros y las presas a las escopetas, de forma que lo normal es anormal y el vidrio es madera.
Los venezolanos, muy lejos de la excelencia y muy cerca de la sima más profunda, agonizamos entre la desdeñosa arrogancia gubernamental y la petulancia destemplada de sus funcionarios. De resto, navegamos en las procelosas aguas del embuste, las ilusiones y la ignorancia.