
Esta ignominia llamada “sucialismo del siglo XXI” y sus acólitos adláteres nos pusieron a mendigar gasolina, comida, medicinas, salud, y a exponer lo más hermoso y rico que puede tener una nación: su dignidad.
Violar la Constitución no es una opción opositora para salir de esta tragedia. No se puede cometer el error que tanto se critica y ataca cometiendo el mismo error. El tiempo corre indetenible e imperturbable.
No hay ninguna oportunidad de alcanzar los cambios que Venezuela demanda con urgencia, con estos querubines sacrosantos en el poder. Tomen en cuenta que este azote de plagas que ha destruido a Venezuela es la metástasis de su raíz castro-comunista, la que amenaza y ha amenazado la paz mundial.
Estos robolucionarios sí que tienen riñones. Son dignos impertérritos representantes del “síndrome goebbeliano”, que entre otras cosas establece: “miente que algo queda, miente mil veces, así se convertirá, tarde o temprano, en una verdad”.
Ojalá que ante todo este embrollo de disparates cometidos prevalezca la cordura y la sindéresis humana. Que la diplomacia logre los mejores objetivos para bien de todos.
Cada semana, hay, al menos, diez nuevos casos de hepatitis A comprobados, mas no documentados por las presuntas autoridades sanitarias robolucionarias sucialistas, acostumbrados a no informar nada.
Guaidó pertenece a la que se me ha dado por llamar “la generación Guaidó”, emulando a la llamada generación del 18; la de 1918; compuesta, y no por casualidad, por jóvenes luchadores contra la dictadura de Gómez, por lo que creo, firmemente, que a esta generación, especialmente me refiero a la que desde 2007 hasta la fecha, a Guaidó le sucedió lo que frecuentemente acontece a quienes resultan ser icónicos protagonistas históricos en contra de toda tiranía opresiva y represiva, estaban en el momento exacto y en el lugar exacto que las circunstancias le pusieron por delante.
Haciendo lo que hay que hacer, escogiendo a los más capacitados, no a los piquitos de oro, es como podremos dejarles a las generaciones por venir un país en el que se desee vivir, al que se anhele regresar.
Parece que todos los cuerpos de seguridad del Estado no están sino para reprimir las protestas legítimas, legales y constitucionales, no para ver cómo controlan la delincuencia desatada, a todo nivel, en este ruinoso país.
Hemos perdido un caudal enorme de profesionales muy bien preparados y el desgobierno pretende sustituirlos por curanderos cubanos de precaria formación médica.