jueves, 28 marzo 2024
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La escogencia de un presidente

Todo el desastre de la gestión de la revolución se ha hecho en nombre del pueblo, del socialismo, de la participación, nada más lejos de la realidad.

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Dos décadas de traspiés económicos, agudizados al extremo en los últimos seis años, pero que se reconocen que están conectados con los años previos, incentivan la búsqueda de explicaciones que satisfagan entender por qué llegamos al presente nivel de catástrofe.

Importante reconocer que admitíamos que no estábamos en un mundo feliz al inicio del período de la llamada revolución. Altos grados de insatisfacción llevaron a escoger libremente esa alternativa electoral, en un primer momento -1998- y luego reiterado durante varios años, que coincidieron con un aumento sostenido de los ingresos de los precios de las exportaciones petroleras, que si bien estas no aumentaban pero si sus precios.

El régimen promovió políticas redistributivas del ingreso, que levantaron en los sectores más pobres la efímera satisfacción de tener más y no justamente por el mayor esfuerzo laboral. Se agregan los desaguaderos del manejo de mucho dinero sin control ni ética, el derroche y el ostentoso nuevorriquismo por doquier, y que ello no levantó las alarmas en las instancias del llamado poder moral, y por supuesto menos, la aplicación de los correctivos ejemplarizantes y pedagógicos. Total, se generalizó el aprovechamiento de los recursos públicos, la impunidad a la vista de todos.

El régimen rápidamente se alejó de su propia carta magna, redactada a su libre albedrío y gusto en 1999, y de la mejor “constitución del mundo” pasó a requerir reformas para mantenerse en el poder, pero derrotada en un primer intento, inescrupulosamente de inmediato se fue a un segundo referéndum, haciéndose de la deseada reelección indefinida su foco y objetivo, resultando un mal ejemplo para la vida democrática con la cual se valió para su ascenso al poder.

Llegamos a la muerte del líder de la revolución, y éste anticipadamente actuó como si fuera un rey sin una corte con la cual conversar los asuntos importantes, ni tampoco cabeza de un partido con un conjunto de líderes y una estructura con quién consultar y hasta deliberar asunto de tanta dimensión, de ahí la escogencia de su sucesor, sin mayores exigencias ni requisitos suficientes, aunque no por la pertenencia a la familia real, pero sí por el color político. Modernamente, las familias reales en las pocas monarquías existentes preparan rigurosamente a sus vástagos, los enseñan en los mejores centros académicos, y los refuerzan con profesores escogidos para brindar tutoría personalizada de alta calidad. Por otro lado, más exigencias se ponen en práctica en cualquier empresa para el ingreso de un nuevo trabajador, incluyendo aquellas del sector público que intentaron preservar el ingreso de nuevos trabajadores tanto de base como de nivel profesional, libre de sectarismo y nepotismo.

Pero el escogido, en menos de un año dilapidó una clara mayoría electoral, y con ello perdiendo la legitimidad para iniciar el gobierno, ya que ostensiblemente se recurrió a oscuras maniobras electorales, que en algún momento serán conocidas y aclaradas. Los esfuerzos de recopilación y recursos presentados ante las instancias no produjeron ningún efecto, ya que se trataba de poderes públicos que habían dejado de tener la neutralidad para cumplir sus papeles constitucionales. A partir de este momento, las mayores torpezas gubernamentales nos llevaron a los peores resultados que pueda observarse en país alguno, cuya destrucción ocurre sin que medien guerras o cataclismos naturales.

Pero las realidades no siempre son vistas de la manera como las entendemos y describimos, que pueden leerse en otros materiales más extensos y localizables en la web, por lo demás sin compromiso con quienes gobiernan. Estos apelaron a la tesis de la llamada “guerra económica”, ya demostrado su poco valor explicativo, aunque aún los altos jerarcas la siguen repitiendo, con eco en muy pocos fieles seguidores, imponiéndose más bien la convicción de ver el manejo errático gubernamental de camarillas con ausencia de las competencias, de la ética, de escrúpulos y de la seriedad que exige dirigir un gobierno. Los dogmas ideológicos sirvieron para cavar el foso en donde nos encontramos.

Y todo el desastre de la gestión de la revolución se ha hecho en nombre del pueblo, del socialismo, de la participación, nada más lejos de la realidad. Necesario auscultar en la esencia del gobierno y en sus actos, y se verá que más bien se trata de camarillas militaristas que asaltaron el poder para su usufructo y ventajismo, que si bien barnizado con populismo y asistencialismo, gradualmente fue revelándose lo engañoso del discurso y lo repudiable de sus ejecutorias.