martes, 19 marzo 2024
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La ciudad al revés

Por esta ciudad ha pasado mucha estafa con nombre de alcalde o presidente del Concejo Municipal. Los tenemos para escoger, desde oficiantes del gameloteo hasta burgomaestres como el que ostentamos hoy.

Por estos días me invitaron unos nostálgicos empedernidos a celebrar un año más de la puesta en ejercicio del brazo derecho de Ciudad Guayana (el 9 de febrero, para más señas). El izquierdo es el memorioso San Félix, el que servía de paso al estado del Yuruani, en tiempos de la plaga amarilla Antonio Guzmán Blanco, padre de la ignominia y el culto a la personalidad venezolana (el jalabolismo, para ser menos francés).

A esta fundación, los cretinos y mezquinos históricos la llaman la fundación de la dictadura perezjimenista. A mí eso me causa ladilla y bostezos pues soy partidario de lo que en ocasión el gran Julio Cortázar plasmó en un papel durante alguna de sus tantas y aburridas noches parisinas: los aniversarios son las puertas de la estupidez.

Lo que sí me ha quedado claro en el tiempo es que gracias a Marcos Pérez Jiménez nací yo, pues mi padre gallego llegó a estas tierras tras los resplandores del vapuleado dorado descrito por sir Walter Raleigh, aquel aventurero inglés que tanto insistió hasta que consiguió la muerte trágicamente por testarudo. Pirata muerto en su afán, pero este corsario era también poeta, o sea un ser sensible y culto, nada que ver con esta cáfila de patas de palo y ojo con parche que son un derroche de malandraje con ropaje institucional.

Un poco de respiro para continuar.

Sí, gracias a MPJ mi padre se vino a trabajar en algunos urbanismos que se empezaban a construir en esta ciudad industrial (queda el teretere, pero ciudad industrial al fin). Se casó con una guayanesa y nací en la Clínica Neverí el 9 de septiembre de 1959. Soy guayanés y, para suma, sanfeluco con mucho honor. No escondo mi estirpe ni lugar de nacimiento, aspiro ser un ciudadano más en una república de ciudadanos con responsabilidad histórica y social. Nada que ver con esta estafa que nos ha secuestrado hasta el derecho de soñar.

Esta ciudad es increíble: como ha dado trabajo y progreso a una Venezuela encerrada en la cultura del rentismo petrolero también creó clanes de delincuentes institucionalizados (disfraces de empresarios) en corporaciones bancarias y otras trampas engendradas en el vientre del cazarrentismo. Gracias a Dios son más los venezolanos de trabajo y esfuerzo beneficiados antes de la plaga roja que los delincuentes que nos llevaron a los brazos de Hugo Rafael Chávez Frías. Sí, como lo están leyendo, aquí muchos hombres de fortunas mal habidas abrieron las rendijas de la caja de Pandora, los ayudaron los políticos oportunistas de siempre. Ahora estamos en el final de las consecuencias y ellos esperando el momento apropiado para cuadrarse con el nuevo clan en el poder. La historia siempre los ha terminado acunando. La última dictadura, la de MPJ creó ricos que como alacranes se lo clavaron y luego aparecieron como los grandes emprendedores de la democracia.

Por esta ciudad ha pasado mucha estafa con nombre de alcalde o presidente del Concejo Municipal. Los tenemos para escoger, desde oficiantes del gameloteo hasta burgomaestres como el que ostentamos hoy. Un catálogo amplio, donde lo que ha prevalecido es el saqueo y la involución citadina.

Si esta ciudad no hubiese sido fundada con determinación y continuación administrativa, lo más seguro es que nos revolviéramos en un botadero de basura como Cambalache.

Nuestra ciudad está bien estructurada, pero tanta tragedia y desidia han logrado el aplastamiento, la fractura de la estructura física y paisajística.

La plaga imperante ya nos tiene al borde de la desarticulación. Es triste todo lo que han sumado para destruir un progreso de 49 años sostenidos (a partir del 2000 empieza la deconstrucción).

Es por eso que cuando me invitan a uno u otro acto de mi ciudad, me quedo viendo el techo roto de esta mi urbe que dio tanto y ahora recibe la espalda y la diáspora.

Ya me aburre el actico consabido, los lamentos de menú variado, la nostalgia que nos aplasta el optimismo, el respirar oxidado, el tumbao en el caminar.

Nuestra ciudad la picotearon los buitres. La fueron preparando para el final de su celebrada modernidad. Si algo puede palparse del efecto nocivo de estas dos décadas, es la destrucción de una de las ciudades modelos de Latinoamérica.

Todo se lo debemos al populismo y a la mentira sostenida con saliva de perico.

Entonces, a escribir para hacer historia.