jueves, 28 marzo 2024
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Rezago salarial en empresas básicas impide a los trabajadores cubrir gastos de educación de sus hijos

Servicios funerarios, seguro médico y transporte son algunos de los tantos beneficios que han perdido los trabajadores de las estatales. A poco tiempo de comenzar el nuevo año escolar, las limitantes también aumentan en el plano educativo.

Trabajadores de las empresas básicas sufren cada vez más complicaciones para garantizar una educación de calidad a sus hijos. Con salarios inferiores a los 30 dólares están lejos de costear las mensualidades de los colegios privados, que oscilan entre los 15 y 40 dólares por estudiante.

César Soto, delegado de la Siderúrgica del Orinoco (Sidor), manifestó que mensualmente cobran 7 millones de bolívares, que equivalen a 19 dólares, un monto alejado de las mensualidades escolares que pueden superar los 40 dólares. De acuerdo con el dirigente, la estatal solo tiene convenio con dos colegios privados en la zona a los que les pagan directamente, por lo que el gasto en educación de un trabajador siderúrgico supera su salario.

Soto señaló que anteriormente el trabajador podía cubrir la educación de sus hijos porque contaba con un salario ajustado a la realidad y, además, la siderúrgica les reembolsaba el pago. Ahora, cuando los trabajadores logran pagar los colegios, la estatal demora en el reembolso entre uno y tres meses.

Además de las mensualidades, los costos adicionales a la inscripción implican una inversión mayor. Algunos colegios piden el pago por adelantado de los meses de agosto y diciembre. “¿De dónde tenemos nosotros para una inscripción?”, preguntó. “Sidor no va a reconocer los montos que están estableciendo los colegios”, agregó.

Ante los pocos ingresos, los trabajadores optan por cambiar a los hijos a colegios públicos, con capacidades operativas limitadas por la falta de inversión y hurtos. El dirigente sostiene que la estatal debe garantizar un salario en dólares que permita acceder a bienes y servicios básicos.

Periodo académico en riesgo

Ángel Brito, miembro del Sindicato Único de Trabajadores Profesionales Universitarios de Venalum (Sutrapuval), inscribió a sus dos hijos en un colegio privado a riesgo, dado que tuvo que pagar 33 dólares por cada uno, más del triple de los 7 millones de bolívares (19 dólares) que recibe como trabajador de la estatal del aluminio.

Tres meses antes de terminar el último año académico, Venalum impuso un tope en el gasto educativo, violando el contrato colectivo de 2016, dijo. La cifra no podía superar el millón de bolívares, por lo que la diferencia de 1 millón 300 mil bolívares que debía cancelar salió de su presupuesto. Teme que con este aumento sus dificultades económicas se agraven.

“Es un riesgo alto porque después tengo que parir las mensualidades”, afirmó. Para Brito es fundamental hacer el sacrificio ante las condiciones de deterioro y retraso de los colegios públicos. “No puedo dejar a los chamos sin estudiar”, agregó.

El dirigente ha logrado sobrevivir económicamente vendiendo alimentos y reparando computadoras, pero advierte que hay trabajadores que aún no han inscrito a sus hijos, debido a los bajos ingresos y las tarifas en dólares que tienen los colegios para mantener su operatividad.

La realidad de todos

Las carencias ocurren en prácticamente todas las empresas. Miguel Ekar, secretario de Cultura y Propaganda de Sintralcasa, comentó que a los empleados se les hace difícil cubrir los gastos en educación, pues cobran salarios de cuatro dólares y los reembolsos del pago de colegios no se hacen en el tiempo debido.

“Muchos colegios privados no están aceptando a los trabajadores de las empresas”, relató, debido a los bajos salarios y la morosidad de la estatal con los centros educativos con los que tenía convenio.

Aunque Ekar no tiene hijos estudiando, recalcó que son pocos los trabajadores con capacidad de pago. De los cinco mil empleados en nómina, solo asisten 600 a planta. El resto se rebusca vendiendo en mercados informales o trabajando en las minas al sur del estado.

La pérdida de beneficios laborales que vino con la caída de la producción empeoró drásticamente sus condiciones de vida y las de sus familias. “El trabajador se siente desasistido por la empresa”, sentenció.