jueves, 28 marzo 2024
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Variaciones sobre Azul

El poeta cumanés Cruz Salmerón Acosta nos dejó una obra bella y profunda, como el mismo azul del mar. Si la leemos con atención, de seguro encontraremos en ella las huellas de una trágica vida.

@diegorojasajmad

El poema titulado Azul, del escritor cumanés Cruz Salmerón Acosta, es un estremecedor ejemplo de cómo la literatura puede servir de testimonio para representar hasta la más angustiante de las tragedias y de consuelo para intentar hallar la paz.

Algo similar llegó a afirmar el escritor e investigador Arturo Gutiérrez Plaza cuando dijo de Cruz Salmerón Acosta que este es “un poeta de arraigo modernista, sonetista notable que despliega su voz ante la aridez e inmensidad de un azul marino y celeste, para hablarle a Dios o a la amada”.

La afirmación de Gutiérrez Plaza nos ofrece dos pistas para comprender mejor el significado de este poema de Cruz Salmerón Acosta: por un lado, la frase “de arraigo modernista” y, por el otro, cuando se expresa del poeta como un “sonetista notable”. Comencemos por este último aspecto.

Azul, es cierto, presenta todas las características que exige la métrica y la versificación para que sea un soneto. Azul está conformado por catorce versos de once sílabas cada uno, organizados en dos cuartetos y dos tercetos, de rima consonante ABAB-ABAB-CCD-EED.

En sus versos, además, es posible encontrar figuras como la hipérbole (“el pensamiento vuela”), la sinestesia (“triste azul”), la aliteración (“diviso en él la ilusión vana / de la visión del ala de una vela”), el pleonasmo (“azul que del azul”), y quizás una figura más, mucho más evidente, la repetición, por la abundante presencia de la palabra “azul” que aparece ocho veces en el poema.

Esta abundancia de la palabra azul es algo a lo que debemos prestar atención, pues hasta el mismo título nos lo anuncia. ¿Por qué tanto azul? ¿Qué significado tiene?

Si describimos lo que nos cuenta la voz poética, vemos que la obra sitúa a ese sujeto que habla en un lugar, en un espacio, y el azul del que habla en otro distinto. Así nos lo indica desde el primer verso: “Azul de aquella cumbre tan lejana”. La palabra “aquella”, que es un adjetivo demostrativo, nos señala que el sujeto que habla y el azul de la cumbre están alejados. No se emplean “esta” o “esa”, sino “aquella”, como signo de una separación, una lejanía entre uno y otro.

Esta separación entre el azul del cielo y el poeta se repite en el segundo cuarteto, con la diferencia de que ahora se habla de otro azul, más cercano a él, cuando dice “este gran mar”, y que parece que “este” azul del mar proviene de “aquel” azul del cielo.

Esta insistencia de la separación se presenta también en el último terceto, cuando el poeta menciona a un tercer azul, “el azul de aquellos ojos”, y otra vez se repite el adjetivo “aquellos” del primer verso. Esos ojos son los de la amada, que nunca más llegará a volver a ver.

La segunda pista que nos ofreció Gutiérrez Plaza fue la referida al Modernismo, más precisamente dijo que Cruz Salmerón Acosta fue un poeta de “raigambre modernista”.

¿Qué fue el Modernismo? Dicho brevemente, fue un movimiento literario y artístico de finales del siglo XIX que inició con la publicación de un poemario de Rubén Darío publicado en 1888 y que tiene por título Azul.

Quizás no sea una casualidad la coincidencia del título del poemario de Rubén Darío y el poema de Salmerón Acosta. Es claro que el azul del soneto de Salmerón Acosta, que fue compuesto entre 1915 y 1929, se refiere al cielo, al mar y a los ojos de la amada, pero no sería descabellado relacionar esos azules con el azul de Rubén Darío, que se convertirá esta en palabra insignia del movimiento modernista, que buscaba la belleza verbal como valor supremo. Así, el cielo, el mar, la amada, el arte, la belleza, el ideal, son ese azul al que siempre aspiramos y que nos cuesta mucho poseer.

Pero este tema del amor imposible, de la amada que está lejos y nunca más llega a verse, ¿por qué se nos muestra en esta obra y qué significado tiene? Es decir, ¿por cuál razón el poeta de Azul no puede reencontrarse con su amada? Para responder a esta pregunta, hay que revisar la biografía del autor.

Cruz Salmerón Acosta nació en Cumaná en 1892 y murió en 1929. Es decir, vivió solo 37 años y es conocida la trágica historia de su vida. Salmerón Acosta fue de la misma generación de Andrés Eloy Blanco y de José Antonio Ramos Sucre, también grandes poetas cumaneses. Pero sucedió que en 1913, cuando Salmerón Acosta tenía 21 años y estudiaba en Caracas, fue diagnosticado con lepra, la contagiosa y terrible enfermedad que pudre y carcome la piel.

Salmerón Acosta tuvo que regresar a Cumaná, y en Manicuare, un pueblo frente al mar, su familia le construyó una pequeña casa, alejada de todos, y en esa solitaria y fantasmal casa que no tenía nada ni nadie a su alrededor, y que nadie visitaba, vivió durante 15 años, hasta el día de su muerte.

En esa casa, Salmerón Acosta, enfermo de lepra y solitario, añoraba su vida y a su amor, que, como dice el poema, “nunca más llegará a contemplar”.

Azul

Azul de aquella cumbre tan lejana

hacia la cual mi pensamiento vuela

bajo la paz azul de la mañana,

¡color que tantas cosas me revela!

Azul que del azul del cielo emana,

y azul de este gran mar que me consuela,

mientras diviso en él la ilusión vana

de la visión del ala de una vela.

Azul de los paisajes abrileños,

triste azul de mis líricos ensueños,

que me calma los íntimos hastíos.

Sólo me angustias cuando sufro antojos

de besar el azul de aquellos ojos

que nunca más contemplarán los míos

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