jueves, 28 marzo 2024
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Sicilia dal mio cuore

Sicilia huele a mar. Sicilia huele a azahares de sus naranjas almibaradas. Sicilia huele a tierra fértil, esa tierra hija del volcán Etna. Sicilia huele a pan.

@cjaimesb

Este diciembre pudimos concretar ¡por fin! un sueño de muchos años: conocer Sicilia. Amo Italia. He tenido la fortuna de conocerla extensamente, pero me faltaba la isla más grande del Mediterráneo. Y más fortuna todavía fue conocerla de la mano de sicilianos. Modicanos, para ser más precisa. Entramos por Pozzallo en ferry desde Malta, donde nos esperaban Grazia y Giovanni Napolitano, nuestros queridos amigos. Sentí que llegaba a un lugar conocido, pues Giovanni, a través de sus maravillosos escritos ya me había paseado por él. Modica es una de las ciudades barrocas icónicas de Italia. Las iglesias (Modica es la ciudad de las ciento una iglesias), a cual más bella. Las de San Jorge y San Pedro, majestuosas. Y hasta una iglesia de templarios tiene. El Palacio de los Condes y la Torre del Reloj dominan la ciudad. Las casas están construidas en montañas empinadas, con colores de la tierra. Los muros son de piedra, que tocamos tratando de conocer los secretos que guardan. Los olivares y la campiña. Los almendros y los algarrobos. La gente. En Modica el pasado es presente y futuro. En Modica la tradición y la esperanza se dan la mano.

Visitamos la casa donde nació Giovanni, con el puente que construyó su abuelo. Vimos el lugar donde estaban la huerta, la zona donde vivían las cabras y el taller de carpintería de su padre. También la casa de Grazia, que ahora es parte de una iglesia. Fuimos a un concierto en la iglesia de San Pedro y a otro en el teatro Garibaldi. Pasamos por el lugar donde masacraron a los judíos. Comimos en restaurantes de comida siciliana. Estuvimos en la panadería de Giovanni Cappello, una empresa moderna que mantiene la tradición ancestral.

Pietro Cappello, primo de Grazia, y su esposa Maria, fueron guías de excepción. Pietro vivió en Venezuela -como tantos italianos- y tiene los recuerdos de nuestro país a flor de memoria, a pesar de que se marchó de aquí hace más de treinta años. Es una enciclopedia ambulante y de Modica y sus alrededores conoce las historias grandes y las menudas.

Sicilia es verde, amplia, hermosa. Es la pasión hecha lugar. Teresa, la hermana de Giovanni, nos abrió su casa para pasar la Navidad con su familia. Una mesa llena de exquisiteces, que pasan de generación en generación, en un ambiente de acogida amable, sin pretensiones y a la vez sublime. De igual manera y con el mismo cariño, el Año Nuevo lo recibimos con Pietro y Maria.

Visitamos la espléndida ciudad de Noto, la maravillosa Siracusa con sus teatros griego y romano y su isla de Ortigia. Scicli y su catedral. Taormina mágica, la reina de las alturas desde donde charla con el mar. Palermo, impresionante. El Palacio Real con su Capilla Palatina, un lugar que hay que visitar al menos una vez en la vida. El Teatro Massimo, uno de los más grandes e impresionantes de Europa. Monreale y su alucinante catedral normanda-mozárabe-bizantina. Segesta con su teatro griego y su anfiteatro. Agrigento y su valle de los templos. Los mosaicos de la Villa Romana de Piazza Armerina, que había visto en fotos muchas veces cuando estudiaba arte, me impresionaron como si jamás los hubiera visto. La cerámica de Caltagirone, su puente desde donde se pueden ver a la vez el mar Jónico y el Mediterráneo. Su escalinata que lleva a la iglesia de San Jorge. Ragusa, un ensueño. El último día nos despidió tan claro que pudimos ver el Etna desde la distancia. Al llegar a Catania lo saludamos de frente y nos respondió con una fumarola.

El cielo de Sicilia es azul intenso. En un solo día tuvimos sol, lluvia, granizo, lluvia congelada y nieve en cuestión de pocas horas, como un muestrario de lo que el clima de la isla es capaz. Otra tarde, en la campiña, tomamos leche de vaca recién ordeñada, dulce y tibia como Sicilia. Comimos ricota y almendras en todas sus formas, cacciocavallo y embutidos artesanales, pane cunzato, cannoli, casatta y tomamos Nero D’Avola.

Sicilia huele a mar. Sicilia huele a azahares de sus naranjas almibaradas. Sicilia huele a tierra fértil, esa tierra hija del volcán Etna. Sicilia huele a pan.

Nos despedimos con ganas de quedarnos. Y regresaremos, porque desde ya nos sentimos sicilianos.