Si aún se acepta en el siglo XXI que la democracia es soberanía del pueblo, que elige y no solo vota, puede afirmarse que María Corina Machado ya ha derrotado democráticamente al despotismo de Nicolás Maduro Moros. Cuenta con suficiente legitimidad de origen.
¡No es así! No todas las opciones son iguales en los caminos y decisiones que nos lleven a las transformaciones, al desarrollo y el bienestar como sociedad. No podemos conformarnos. Hay que votar, haciéndolo bien. Eligiendo bien.
Lo de seguir modas en política es un asunto de medida. De si se adapta a uno, de si uno realmente lo necesita, y sin duda, de si es ético.
La única manera de alcanzar la luz de las palabras es hurgar en ellas mismas: acercarse, voltearlas, tocarlas, amarlas y valorarlas como máxima expresión de la inefable condición humana. Son nuestro patrimonio exclusivo.
Si en la llamada RoboLución, guisar fuera pecado, los camaradas locales, sin faltar ninguno, ya estarían achicharrándose, por los siglos de los siglos, en la mismísima Quinta Paila.
Noboa, consciente de que se le va de las manos a su Justicia el emblema de la putrefacción ética en la nación que ahora representa ha optado por desconocer el privilegio de la inmunidad de los locales diplomáticos; mientras que Andrés López Obrador acoge al criminal de Glas como perseguido “político”.
Les importa tres pitos que el ascenso en la política de sus novios o parejas haya estado marcado por acusaciones de corrupción, violaciones a los derechos humanos y represión política.
Cuando se va la electricidad en la noche, lo cual ocurre en muchas ciudades del país, uno agradece tener a mano una velita que, si bien no te sirve para cargar el teléfono, ayuda a que no te caigas en los siguientes pasos, eso es lo que llamo “las velitas en medio del apagón”.
Es obligatorio, por lo tanto, levantar la voz contra la inercia que equivale al propósito de valorar como insignificantes esas expresiones del conformismo y colaboracionismos a un régimen asfixiante de la libertad.
Nada más que en el área metropolitana de Caracas existen alrededor de 20 reclusorios clandestinos. Resulta muy fácil “desaparecer” a quien sea, en semejante maraña.