El próximo 18 de diciembre se cumplirán cinco años de la partida a la eternidad de Václav Havel, intelectual, dramaturgo, escritor y político checo, quien se vio involucrado directamente en las luchas contra la dominación comunista en la antigua Checoslovaquia, formando parte de la disidencia que se agrupó en el movimiento Carta 77.
![]() |
A Havel dedicamos durante este año otros dos artículos por considerar que su ejemplo y testimonio en la reconquista de la democracia para su país deberían valorarse en tiempos de crisis política, social, moral y económica como la que en su tiempo le correspondió enfrentar.
Havel dio muestras de honestidad política no solo en los momentos de confrontación con el comunismo, sino cuando se instauró la democracia y fue elegido Presidente de la República, primero de Checoslovaquia y luego de la República Checa. Como hombre amante de la cultura, supo colocar de relieve los valores como basamento fundamental de la sociedad y siempre mantuvo una posición ética frente a la maniobras de los llamados políticos de oficio.
Conociendo y palpando muy de cerca las secuelas de destrucción moral que dejaron varias décadas de gobierno comunista escribió lo que sigue: “Vivimos en un entorno moralmente contaminado. Nuestra moral enfermó porque nos habíamos acostumbrado a expresar algo diferente a lo que pensábamos. Aprendimos a no creer en nada, a hacer caso omiso de los demás, a preocuparnos solo por nosotros mismos. Conceptos como amor, amistad, compasión, humildad, perdón, perdieron su profundidad y sus dimensiones, y para muchos de nosotros pasaron a representar solo singularidades psicológicas”.
MÁS DE DIEGO MÁRQUEZ |
El peligro de acostumbrarse al orden establecido fue igualmente colocado de relieve por Havel, quien denunció el peligro del colaboracionismo con los opresores: “Todos nos habíamos acostumbrado al sistema totalitario, lo habíamos aceptado como un hecho inalterable y, por tanto, contribuíamos a perpetuarlo. Dicho de otros modo, todos nosotros -si bien, naturalmente, en diferente grado- somos responsables del mantenimiento de la maquinaria totalitaria; nadie es solo su víctima, todos somos partícipes de su creación”.
Y seguidamente agregó: “Enseñémonos y enseñemos a los demás, que la política no puede ser el arte de lo posible, en especial si esto implica el arte de la especulación, el cálculo, la intriga, los tratos secretos y las maniobras pragmáticas, sino incluso también el arte de lo imposible, el arte de mejorarnos nosotros y mejorar el mundo”.
Sobre las relaciones entre el Estado y los ciudadanos, Havel conociendo la fuerza de un Estado absorbente y controlador manifestó: “El Estado sirve al pueblo, y no a la inversa. Si una persona sirve a su Estado, solo debería hacerlo hasta donde fuese necesario para que el Estado preste un buen servicio a todos los ciudadanos. Los derechos humanos están por encima de los derechos estatales”.
En cuanto a la correspondencia entre la moral y la política fue claro en expresar: “No nos dejemos convencer de que es absurdo intentar cambiar el orden establecido y las leyes objetivas. Insistamos en que la política no es una mera tecnología del poder y necesita una dimensión moral”. Havel soñó con una república independiente, libre y democrática, económicamente próspera y socialmente justa: en pocas palabras una república humana que sirviese al individuo y que éste le sirviese a ella. “Una república de personas enteras, porque sin ellas es imposible solucionar ninguno de nuestros problemas”.
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.